Quizá a los lectores -si los tengo- les extrañará que yo, afiliado, militante, votante y expolítico del PP felicite al concejal Giuseppe Grezzi por su labor municipal, pero es que no podíamos ni soñar a encontrar un mejor colaborador con nuestro partido. Porque desde su despacho ha conseguido meter el dedo en el ojo a los valencianos como nunca había ocurrido.

Les ha cambiado las líneas del bus, desorientándolos y alterando sus costumbres diarias; ha reducido la anchura de las calles para martirio de los conductores; ha limpiado las terrazas nocturnas de clientes; ha quitado los espacios destinados al tráfico de las motos; ha provocado una huelga de conductores de la EMT, hartos de sus caprichos; ha logrado incrementar los accidentes de tráfico de los buses y ha malgastado un dineral para beneficio de cuatro bicis que campan por sus respetos por la ciudad sin usar sus espacios. El uso de la bici sigue en el aire -ya vendrá el calor o el frío y las lluvias- y no será extraño que para fomentar su carril se invente la implantación del taxi-bici o rickshaw, como en Saigón.

En política, lo acertado es apoyar en sus deseos a las mayorías para conseguir sus votos, pero Grezzi ha elegido como objetivo político a las minorías, procurando molestar lo más posible a las mayorías. Se trata de un innovador en tácticas electorales. Porque ese es el problema actual de las izquierdas, su total desorientación. Antes lo tenían claro. Comenzaban con sus cimientos, que era el debate contradictorio -cosa que desconoce el concejal que impone sus ideas sin debatirlas- continuaba con la religión -era el opio del pueblo- seguían con la sustitución de lo privado por lo público -motivo de su fracaso rotundo- y lo aderezaban con el amor libre, la revolución del proletariado, la gratuidad de todos los servicios y aquí, naturalmente el catalanismo, la muixaranga y la cuatribarrada.

Ahora no, ahora la izquierda nos ha salido deportista, antitaurina, ecologista de boquilla, enemiga del azúcar y de las bebidas refrescantes, con un profundo antiamericanismo y, como siempre, con una afición desbocada por las manifestaciones, con pancartas, tambores, trompetas y megáfonos, aunque sean de cuatro gatos, que lo importante es molestar. Me perdonarán, pero eso ni es izquierda ni es nada. Porque para ser un partido se necesita una doctrina, una filosofía y un modo de ver el mundo. Y aquí no hay más que intentos por lograr votos sectoriales a salto de mata y cambio de siglas para ver qué cae.

Naturalmente, esas ideologías producen políticos como Grezzi, que aprovechan su ocasión para imponer sus ideas, molestando a cuantas más personas mejor, especialmente a los de la Eixample que es donde está la pasta. Es el modelo de la antipolítica. Cosas que se pagan, porque la gente calla y aguanta, pero no perdona. Porque cargarse una ciudad como Valencia no puede salir gratis. Siga por favor, señor Grezzi, que nos está haciendo la campaña del 2019.