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Ruptura programada en Ciudadanos

Se veía venir desde hacía meses, y finalmente ha sucedido: el grupo parlamentario de Ciudadanos en las Cortes Valencianas se ha partido en dos. Por un lado, los diputados fieles al exportavoz, Alexis Marí, que se han ido al grupo de no adscritos. Por ahora, son cuatro; pero es posible que en los próximos días se les sumen dos más. Por otro lado, los que continúan fieles a la dirección nacional (nueve, que pueden verse reducidos a siete).

Los no adscritos acompañarán a una diputada, Covadonga Peremarch, que fue expulsada de Podemos como consecuencia de un supuesto «pucherazo» electoral en las elecciones internas de esta formación en Alicante. Todos ellos simbolizan dos de las debilidades de los nuevos partidos. Por una parte, que, al tratarse de formaciones de aluvión, donde entran en muy poco tiempo muchas personas, la fiscalización y el control están a veces -paradójicamente- peor establecidos que en los partidos más consolidados, donde, por supuesto, también hay gente que está ahí para vivir de la política o enriquecerse, pero... ¡lo disimulan un poco mejor!

Marí y los diputados que le han acompañado en su abandono de Ciudadanos representan otra debilidad de los nuevos partidos: su adscripción ideológica, a menudo, no está clara. Se suma mucha gente que quiere cambiar determinadas cosas, y que generalmente están de acuerdo entre sí en algunos lugares comunes («regeneración», «transparencia», etc.), pero en poco más. En Ciudadanos optaron, en su Asamblea de febrero, por abandonar la socialdemocracia. Toda una declaración de intenciones, y una forma de decantarse claramente como partido bisagra... del PP, un año después de su fallido pacto con el PSOE de Pedro Sánchez.

Esta decisión, que se supone que intenta responder a las contradicciones internas del partido, le está creando muchos problemas a Ciudadanos. No sólo en Valencia, donde algunos de sus votantes, y desde luego los diputados «díscolos», se ubican más cerca de esa tradición socialdemócrata (no por casualidad, Marí inició su carrera política en UPyD, partido en sus orígenes emergido desde el entorno, político y también ideológico, del PSOE). También en Cataluña, donde Ciutadans es un partido que surge del entorno del PSC, y que ha crecido fundamentalmente a costa de sus votantes. No tenemos elecciones en lontananza (quizás, precisamente, en Cataluña, si el proyectado referéndum acaba convirtiéndose, como es costumbre, en una convocatoria de elecciones autonómicas), pero sería interesante comprobar cuál es el estado electoral de Ciudadanos y si se resiente de su abandono de la herencia socialdemócrata y de su pacto con el PP.

Mientras tanto, nos encontramos con una situación aritméticamente muy interesante en las Cortes Valencianas. La coalición de izquierdas cuenta con 54 diputados (55, sumando a la ya mencionada Covadonga Peremarch, que habitualmente vota con Podemos). A ellos podrían sumarse Marí y los tres diputados díscolos que le acompañan, en votaciones que requieran una mayoría de tres quintos. Subyace la duda de cuánto son tres quintos, por cierto: Está claro que 60 diputados de 99 son tres quintos, pero... ¿y 59 diputados de 99? Matemáticamente, no son tres quintos (es un 59,59%, es decir, no llega al 60%), pero quizás se podría interpretar, forzando un poco el asunto, que, puesto que no es posible alcanzar una mayoría exacta de tres quintos (salvo que, salomónicamente, se parta por la mitad a un diputado, o su voto, opción que afortunadamente no se contempla), la mayoría más cercana (ese 59,59%) sería suficiente. Y ahí sí que son importantes los diputados díscolos de Ciudadanos.

Ahora mismo, los partidos del Pacto del Botánico, más Marí y los suyos, son 59. Es decir, «quizás» tres quintos. Y si se marcha alguno más al grupo de no adscritos, el Botànic podría contar con un inesperado rodillo parlamentario de tres quintos para la segunda mitad de la legislatura, suficiente para abordar todo tipo de reformas. Como, por ejemplo, la Ley Electoral. Los grupos parlamentarios ya se han puesto de acuerdo en rebajar la barrera mínima para obtener representación del 5% al 3%, pero eso no significa que PP y el nuevo C's neoliberal quieran ir más allá. Con la suma de los diputados díscolos de C's, en cambio, los partidos del Botànic podrían llevar a cabo una reforma electoral mucho más profunda; en el supuesto de que quieran hacerla, claro está.

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