Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ojo con la falta de cintura

He vivido cinco años en Barcelona. Como un asilado. En aquel tiempo universitario -y no era una impresión exclusiva- tuve la peregrina percepción de ser considerado un maorí, un exotismo, un legado colonial en la metrópoli. El «entorn» nos veía a los «valencianets» como un grupo rara avis en la Universitat Autònoma, vivero de las juventudes de CiU, hoy las CUP. De aquellos polvos... La presunta realidad paralela que viven muchos catalanes, la ensoñación que destila Puigdemont incluso en su comunicación no verbal, no es una pamema pues. Es algo profundamente arraigado en determinados ambientes y así deberíamos entenderlo el resto para no llevarnos a engaño. Podemos ridiculizar el delirio que hoy retransmite Ferreras & Pastor «non stop» pero eso no trae la solución. Más bien es un placebo.

Pragmatismo. Sin embargo esas convicciones soberanistas, de desfallecer, lo serán por el mismo sentido pragmático de los catalanes, que se dan de bruces con la realidad. Empezado por la pléyade de funcionarios bien pagados que engordan la maquinaria autonómica catalana, de los que alguien esperaba más y finalmente no ha derramado sangre, sudor y lágrimas por la patria «rica i plena». Con los niños en los colegios concertados del Eixample, con apartamento en la Costa Brava y con los esquís guardados en Arán, a ver quién es el guapo que se hace el mártir.

Empresarios. Es el pragmatismo. Eso matará la patria. El segundo actor que ha contribuido a encapsular el soberanismo es el empresariado. La fuga de empresas, los pronunciamientos del potente Círculo, las presiones que ha sufrido el Procés por parte de la patronal han descarrilado los sueños. Respecto a la construcción como pueblo y las reivindicaciones históricas, los emprendedores son fundamentales. Aquí, en València, los historiadores siempre han atribuido nuestra incapacidad para intervenir si quiera en el discurso de España a la ausencia de una burguesía mercantil comprometida. No había empresarios que sustentaran el relato del agravio. Sin embargo algo ha cambiado. La apuesta de patronos-institución como Juan Roig por el corredor mediterráneo o la decidida y activa posición de los empresarios que lidera Salvador Navarro a favor de la financiación justa representan un nuevo paradigma.

El PP y la patronal. El centro derecha no siempre ha sabido interpretar la música del empresariado valenciano. La historia reciente contiene numerosos episodios de desavenencias junto a épocas de entendimiento. Será porque el Partido Popular ha querido patrimonializar en exceso al colectivo -que es soberano- o porque ha confiado su política -licencias de TV o proyectos megalomaníacos- a patronos sin pedigrí pero el caso es que los líderes conservadores no siempre han logrado asir con destreza la palanca empresarial. Nos hallamos en una nueva zona de sombra.

Manifestación. Tras varias dudas iniciales, finalmente la principal y nueva patronal valenciana se ha inclinado por participar en la manifestación por una financiación justa el 18N, cosa que ha afeado la presidenta del PPCV Isabel Bonig. Su líder tiene un discurso sereno pero fundamentado, y ahora Salvador Navarro apoya esa manifestación que convocan los sindicatos y a la que se ha unido la izquierda gobernante de forma entusiasta. Están todos menos el PP. Bonig, que aspirará a presidir la Generalitat en 2019, se ha visto atrapada por una pinza diabólica que gloso en el despiece.

Puig en el centro. Si el conflicto catalán ha complicadosensiblemente la vida de la izquierda que nos gobierna y del Botànic en particular -por evidente analogía militante de medio gobierno con el independentismo-, la financiación gripa el motor popular. Mientras Puig se viste de centrista, la financiación hace que la derecha se desangre. Y aquí Bonig aparece de nuevo como mal asesorada. Si por un lado ha acertado al aterrizar por fin en València de la mano del solvente Eusebio Monzó -la presidenta hace tiempo que debía haber frecuentado los foros capitalinos-, resulta evidente por otro lado su falta de cintura en el tablero político general. Hábil en la tribuna, intensa y decidida en la defensa de sus valores, líder sin complejos, patina sin embargo en la negociación en tiempos de política compleja. ¿Hubiera acudido a la manifestación -de poder hacerlo- su homólogo catalán García Albiol? Sin duda.

Estrategia. Porque, Isabel, una cosa es la estrategia de querer morder parte del centro que ocupa en este momento Ximo Puig y otra conseguirlo. ¿Perciben los votantes -tal y como asegura la líder del PPCV- que el president de la Generalitat es rehén de Compromis y Podemos? ¿O, a tenor de las encuestas, que reflejan un reforzamiento del PSPV en menoscabo de sus socios de gobierno, es todo lo contrario? Porque de ser así, de ser identificado Puig en su perfil más estadista, como presumimos, el ofrecimiento machacón del PP regional, ´vente pal centro, Ximo´, se vería muy forzado, a la par que insincero.

18N: Una manifestación trampa para Bonig

Isabel Bonig es víctima de un dilema perverso que le impide ponerse personalmente tras la pancarta en la marcha por una financiación justa del 18 de noviembre. La situación es inquietante para la líder de La Vall. En pleno carajal catalán, no puede ofender a sus mayores en Génova con el más mínimo guiño reivindicativo y, al tiempo, el PP se retrata como un partido que no defiende a los valencianos. Que los populares no acudan a la manifestación ya no es una opción, tras lo ocurrido en Cataluña. Sin embargo, y si lo que le preocupa a Bonig es que se convierta en una marcha contra sus siglas

-como así será repasando la lista de colectivos comparecientes-¿no sería más inteligente sumar a la misma cuantos más afines mejor y asegurar una buena presencia de dirigentes populares en la cabecera de la misma? Si la manifestación del 18N es nutrida -y no tiene por qué no serlo- al día siguiente será mayor la soledad política de los ausentes.

Dicho queda.

Compartir el artículo

stats