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Lope de Aguirre en la España de hoy

En 1559 el virrey del Perú encarga a Pedro de Ursúa, natural del Valle del Baztán, una expedición de conquista en busca de El Dorado, un mítico lugar en el que alcanzarían todas las riquezas deseadas. Muchos consideran que lo que en realidad pretendía el virrey era quitarse de encima a los soldados más peligrosos, una vez tranquilizado su virreinato después de las guerras libradas por los propios conquistadores. Entre aquellos soldados, Lope de Aguirre, vascongado de Oñate, de armas tomar, que durante la larga travesía de los ríos Marañón y Amazonas y en la ocupación de la isla Margarita, demostró una especial saña contra todo aquel que no pensara como él. Conspiró contra todos hasta lograr el poder absoluto, usando su inteligencia con crueldad. Implantó un verdadero estado de terror, necesario, según él, para lograr el objetivo final: la conquista del Perú y la independencia de un rey que, no cansaba de repetir, era malvado y sanguinario. Los románticos de tres siglos después considerarían aquella rebeldía, sofocada por el ejército real en Barquisimeto, como el primer grito de independencia de la América española.

En realidad lo que Lope de Aguirre mostraba en su famosa carta de desnaturalización española al rey Felipe II era un desengaño profundo; un lamento ante las injusticias que observaba en encomenderos, frailes, magistrados y cualquier mando aprovechado de la metrópoli. Aquello era un grito desesperado del espíritu anárquico y rebelde de los conquistadores frente a la nueva ley que ya no los tenía en cuenta. De ahí que Lope de Aguirre haya contado con la «misericordia» de cierta intelectualidad. Baroja apreciará en Aguirre la profunda personalidad vasca: aventurera y rebelde contra cualquier poder ajeno. Carmen Laforet mirará a Lope de Aguirre como «ejemplo de las cualidades y defectos de nuestra raza, que dieron la grandeza de su momento, y también su ruina». Valle Inclán se inspirará en el relato de sus atrocidades para el personaje de Tirano Banderas. En realidad el escritor gallego retratará el alma de ese mal endémico de la rebeldía y la división que acabará destrozando el futuro de la América hispana y quién sabe si algún día el de la propia España.

La conspiración, la intransigencia con el supuesto enemigo; el mirar mal y condenar a quien no se rinde a mis ideas; el sentirse inspirado por una fuerza sobrenatural que te obliga a cumplir con un destino histórico lo vemos hoy perfectamente retratado en esta España que se resiste a abandonar las banderas y que parece heredar en muchos el carácter, la esencia misma del vasco Aguirre cuando entregando a sus soldados las enseñas negras con espadas ensangrentadas les instaba a vivir en libertad.

La historia de Lope de Aguirre podría ser una buena metáfora de la España de hoy. El virrey del Perú que desvía atenciones hacia otros territorios para que se olviden de él; la lucha quimérica por el poder y las riquezas que, finalmente frustradas, derivan en gritos de rebeldía e independencia. La certeza de que la autoridad es corrupta y perversa; y los jueces injustos. Y que sólo con la determinación y el arrojo nos libraremos del mal. La seguridad de asistir y protagonizar momentos de relevancia histórica. Aguirre sabía que podía convertirse en un personaje para los libros de quinientos años después€ Quería serlo a costa de cualquier ley escrita o moral. Las promesas que, para mantener la unidad de sus soldados ante el temor de la deserción, hacía entonces él,- El Peregrino-, y otros hacen hoy, de un futuro en libertad y prosperidad. La deserción final en Tocuyo. Y la derrota ante las tropas realistas, con su cabeza y sus restos expuestos por doquier para aviso de navegantes€

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