Esta vez le ha salido bien la jugada a Pedro Sánchez. Claro que ha tenido que aguantar las tobas de Iglesias reclamándole que sea presidente y las palmaditas en la espalda de los independentistas. Pero él como el que oye llover. Todo le ha valido con tal de conseguir el añorado objetivo de ser presidente del Gobierno. Perseverancia no le falta y ésa ha sido su principal baza, pero su llegada a la Moncloa no puede calificarse precisamente de feliz.

Si no hubiera ocurrido lo que ocurrió la semana pasada podríamos creer que de verdad esto de la moción de censura ha sido un hecho casi espontáneo, como defiende Sánchez, y no así un paso dado con toda premeditación y preparación, como creemos por el contrario otros. Ya a estas alturas en las hadas no creemos. Desde el derrocamiento de Cifuentes por dos hechos que, bien mirados, eran irrisorios, lo que fue ya un aviso a navegantes, se pudo atisbar que en realidad todo apuntaba a la caza mayor. El que Rajoy haya seguido subido en el machito tras la sentencia de la Gürtel que, por una de esas extrañas coincidencias del destino, y tan extraña, se dictó al día siguiente de ser aprobados los Presupuestos Generales del Estado, y al nombramiento del PNV como socio preferente por parte de Sánchez, nos ha dejado perplejos a más de uno. La conclusión evidente es que el PNV va donde calienta el sol y que se ha llevado el gato al agua.

Que a De Cospedal no se le moviera ni un pelo en la rueda de prensa que dio el jueves pareció muy profesional, pero es sin duda síntoma de lo alejado que estaba su partido de la realidad. Un Rajoy perplejo por la traición de los nacionalistas vascos, con los que había llegado al acuerdo presupuestario tan sólo ocho días antes, no fue capaz de levantarse de la mesa de comer para volver al Congreso, al saber que iban a votar sí. Es muy preocupante ver el elenco de partidos que han apoyado la moción de censura y esperemos mesura y cordura por parte del nuevo Gobierno.

Nos va mucho en ello.