Por la puerta de la Xara de la muralla árabe salían, en tiempos muslimes, los cortejos que ajusticiaban a quienes habían infringido gravemente la Saria, la ley y jurisprudencia árabes, el libro de los Juicios. En no pocos de nuestros pueblos está aún viva esta memoria histórica, al denominarse alguna de sus calles de la Sarieta - véase por ejemplo Foyos/ios-, que remiten a su vez a que allí estaba situada alguna Xerea, Casa de Oración.

Era territorio cuasi religioso musulmán y la nueva religión de los cristianos se asentó sobre él desde el mismo momento de la conquista, lo que hizo que también por esta puerta salieron hacia el exilio buen puñado de moros. Nos queda de los brillantes años arábigos de nuestra València el nombre del barrio y su Sant Bult. Resistió el topónimo el embate del colindante y poderoso convento dominico de santo Domingo, para algo el pueblo, la base, es el dueño de la lengua y el lenguaje, no los filólogos, por suerte para los historiadores que suelen encontrar en ello bastantes pistas indicativas de otros hechos o fenómenos.

Cruzaba la barriada una acequia que regaba los huertos ad extra de la muralla y daba servicio de todo tipo a sus casas, una de las cuales la habitaba una hermana de san Vicente Ferrer. Hubo todo un plan de cristianización de aquel solar musulmán, de sustitución de la arraigadísima fe en Mahoma por la fe en Cristo. Y allí que apareció el piadoso relato de la milagrosa aparición de una bella imagen románica de Cristo que luego el barroquismo valenciano la engalanó, recubrió y ocultó. Nuestra manía colectiva de barroquizar lo románico y lo gótico.

Dicha imagen, cuenta Orellana, «es toda escultura, aunque vestida con su túnica, y tiara, ó corona de tres Órdenes; su magnitud es de tres palmos; hay formada una Concordia en el barrio, cuyos Individuos la tributan solemnes cultos, o fiestas todos los años en el segundo día de Pasqua del Espíritu Santo». En su descripción, el historiador abunda en que el Señor esta clavado «con cuatro clavos, bajo del pie un cáliz, con corona imperial en la cabeza, y vestido con túnica».

La imagen parece estar inspirada en el famoso Cristo italiano de Luca -en la venerable tradición hecha por Nicodemus con el rostro esculpido por ángeles- y en esta ciudad tuvo gran predicamento, habiendo sido venerada en distintos templos. Lo de sant Bult le deviene porque en Italia se conocía a la imagen madre, supuestamente inspiradora, como «Sancto Vultu Christi», el cuerpo de Cristo. Con la evolución -corrupción de la palabra, en nuestra Lengua Valenciana acabaría llamándose sant Bult-. Debió llegar por mar a nuestro puerto y a alguna poderosa familia. El barrio era de los March.

Hoy y mañana es una experiencia encantadora perderse por las callejuelas de la Xerea y tropezarse con las procesión y traslado de la venerada imagen tan entroncada en la historia religiosa de València precursora de la fuerte pastoral cristológica precursora de la del virrey y arzobispo de València Juan de Ribera, la cual entronizan todos los años en la plazoleta corazón del barrio, moruno a todas luces, del que se enseñorea en medio de un mar de emociones e ilusiones. Luego volverá a su casa, a su casal, el del barrio, porque de la barriada es del Cristo, de donde no sale, sólo una noche al año en que le dejan dormir en la iglesia de santo Tomás.