«Ningú no sabrà si ara sou l´imatge, l´ombra,/o la llum que fereix des del somni perdut,/o el gran defalliment d´aquest vent blau sense ones». Maria Beneyto (València, 1952)

Las naves de Pablo Casado, con el grueso de la tropa del PP, desembarcan en Barcelona. Es síntoma de lo que se prepara. Desubicada Elsa Artadi, cae Marta Pascal y sube Marisa Nogueras, plenipotenciaria de la Crida de Carles Puigdemont. Tres clámides para el catalanismo efervescente antes de que irrumpa la Esquerra Republicana de Oriol Junqueras. «Seny i Rauxa» que describió Jaume Vicens Vives en su «Noticia de Catalunya».

Fin de ciclo. Este artículo, que cierra un ciclo hasta septiembre, debió ser una alegoría de amor y sosiego. El amor mueve el mundo y el desamor lo destruye. Dominique de Courcelles en su «Viaje de hierba y de lluvia» termina con una idea luminosa: «Me acompañan las formas de todos aquellos que me habían sido queridos y por quienes yo había sido querida». La parte femenina de todos nosotros gana en sensibilidad y autosuficiencia. No se mece en el ensimismamiento. Nuestro acontecer es de los demás. Como el arte no se entiende sin espectador, carece de sentido cualquier escrito sin lector. Entre paréntesis un proyecto eclipsado por la realidad que acucia.

Bises. La marca hispánica permanece en la moda de todo repetido: dos presidents -Joaquim Torra y Carles Puigdemont- para Catalunya. Dos reyes-Juan Carlos y Felipe- y dos consortes para el Reino de España. Titular y suplente. Puigdemont, al que daban por amortizado, se ha subido a la corriente de los políticos telemáticos. Ruedas de prensa sin preguntas desde pantallas de plasma, que impuso Mariano Rajoy y copió Francisco Camps. Acólito insulso y sin imaginación. Ahora Puigdemont, da órdenes con vídeos de urgencia desde Berlín o Bruselas. La vieja libertad de prensa sufre erosionada por visionarios e incompetentes.

Sin límites. Las libertades y los procedimientos limpios, insoslayables en democracia, pierden lustre. Se han sobrepasado los límites. No son buenos tiempos para la estabilidad política ni para que los ciudadanos, de todo signo, concilien el sueño. El cansancio, la canícula estival en punto álgido y la agonía de un sistema en el que la derecha rancia, que no llegó a centro -Partido Popular y lo que queda de Convergència en Catalunya- se resiste a aceptar que su tiempo acabó. Asfixiadas ambas formaciones, otrora hegemónicas, en la ciénaga de la corrupción galopante y generalizada. Si hay que pedir explicaciones por las pintadas urbanas, hagámoslo por todas y no sólo por las que decreta la caverna con su orden de caza y captura del alcalde de València, Joan Ribó.

Errores que matan. Artur Mas se equivocó al designar a Carles Puigdemont para sucederle. Patética la imagen de Mas consolando a Marta Pascal ya desbancada. Mariano Rajoy ha errado al diseñar unas primarias siniestras, para el PP, que no respetan la voluntad de los militantes y facilitan el atropello del aparato. La última trampa con resultado de tiro por la culata. Ambos, Mas y Rajoy, cayeron en su torneo particular. María Dolores de Cospedal y José M.García Margallo fulminan a Soraya Saénz de Santamaría. El enfrentamiento de españolismos y soberanismos está servido. En medio, la mayoría silente, incapaz para ejercer de opinión pública, padece las posiciones extremas que no comparte ni entiende.

Acertar. El País Valenciano yerra y sufre. Los dirigentes domésticos de las principales formaciones políticas no aciertan a la hora de posicionarse. Ximo Puig se alineó con la andaluza Susana Díaz y ganó Pedro Sánchez por goleada. Isabel Bonig optó por Soraya Sáenz de Santamaría y subió a caballo perdedor frente a la candidatura de Pablo Casado. El tiempo y los jueces pueden darle la razón ante un presidente encausado por manejos universitarios indecentes. Ciudadanos pinchó con el tandem Carolina Punset- Alexis Marí y opta por Toni Cantó y Fernando Giner, de porvenir incierto. En Podemos, el sólido Antonio Montiel se inclinó por Íñigo Errejón. Pablo Iglesias, arrasó al estilo bolchevique. El chalet de Iglesias-Montero en Galapagar puso las cosas en su sitio entre lo que se dice y lo que se hace. El avión presidencial aterrizando en el aeropuerto «del abuelito»—el condenado Carlos Fabra dixit—para ir al FIB de Castelló, es un resbalón estratégico.

Vencer. De obediencia valenciana queda la coalición Compromís que ha de confirmar las obligaciones y responsabilidades de pacto/país adquiridas, con la fórmula sencilla de: misión, identidad, gestión, protagonistas eficientes, modernidad, y principios. Sin ir de espaldas a la realidad. El ensayo del Botànic está a punto de terminar. Ganará quién convenza como opción de gobierno con futuro. El País Valenciano es plural, consecuente y nada proclive a los experimentos ni a los abismos. El País Valenciano tiene pendiente desempeñar el papel que le corresponde. Amar y armar las urnas. Reto secular para un país histórico.