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Ambiente urbano

Todo periodista ha de ocupar una parte de su tiempo en relaciones institucionales por la misma razón que todo pescador cuida su caña de pescar, pero Julio Monreal lo hizo el lunes en nombre de Levante-EMV, con los pesos pesados del negocio del agua y los residuos sólidos y la clausura de Joan Ribó y con el medio ambiente de la ciudad como tema de debate. Ribó no fue el único en subrayar que, ante el desorden y la desigualdad mundiales (ya tenemos más obesos que hambrientos), la ciudad es un bastión, una fortaleza bastante o muy ahumada. Incluso Nueva York y San Francisco se volvieron contra Donald Trump y firmaron por su cuenta el acuerdo de París. Tal vez volvemos a la Edad Media y a los muros y murallas.

El poder político y el económico suelen practicar el aval mutuo por razones obvias, pero la idea más repetida fue que frenar el cambio climático es una cuestión de todos y lo avala el 87 % de los españoles. No se dejen impresionar por las cifras: si hubieran preguntado si hay que crear santuarios para la ballena azul el porcentaje de entusiastas habría sido aún mayor.

Todos somos responsables, sí, pero unos más que otros y como dijo uno de los ponentes no se puede confiar todo a los maestros y a las campañas. Lo seguiremos viendo cuando hablemos en el mismo foro (Adeit) del agua (4 de diciembre) y del fin del disparatado impuesto al sol (18 de diciembre): pese al secarral que somos nunca tuvo Apolo menos apologetas que en la España de las oportunidades. Recuerden: en Adeit.

Los mayores productores de plástico son, en este país, valencianos y hay una cosa que se llama responsabilidad social. A la vista de las defunciones y disfunciones provocadas por el aire de la ciudad (más que los accidentes de tráfico o el terrorismo) resulta difícil calcular cuantos años faltan para que los ciudadanos cumplamos el sueño del alcalde de «crèixer i envellir dins de paràmetres de qualitat». Finalmente, he ido a comprar al Mercado Central con bolsa reutilizable mientras el coche remataba mi ciudad.

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