Köppen y Geiger (Rudolph, hermano de Hans, conocido por diseñar el contador Geiger, de radiación nuclear) llevaron a cabo uno de los primeros intentos de cuantificar la aridez. Thornthwaite usó la precipitación y la evapotranspiración potencial en su índice en 1948. El Programa Medioambiental de las Naciones Unidas (UNEP) recurrió a la fórmula de Budyko (1958), que incluía la radiación anual neta, la precipitación y el calor latente de vaporización para el agua. El mismo programa ha aceptado una fórmula bastante sencilla que consiste en dividir la precipitación anual y la evapotranspiración potencial. Este último concepto es el agua que la planta va a perder, bien sea por cuestiones climáticas (evapo-, viento y temperatura), bien sea por sus funciones vitales (-transpiración). El término potencial refiere que no siempre se puede dar esa pérdida, y es que en los sitios áridos, la evapotranspiración, es decir, las perdidas de agua, son superiores a las entradas, la lluvia. Es imposible perder el agua que no se tiene. Este índice está en la base de la definición de aridez, un balance entre las entradas, la lluvia, y las salidas, la evapotranspiración. Si hacemos un cálculo rápido con datos de la NASA y del CGIAR, observamos la gran dorsal árida que crea el Sáhara y se extiende hacia oriente, hasta Irán, la India y el Turquestán. Las grandes cordilleras de Asia interrumpen ligeramente este corredor árido, que se reanuda en los desiertos de Taklamakán, Tsaidam, Ordos y Gobi.