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El relator Mcguffin

Durante los próximos días, la política española va a estar entretenida con el último McGuffin (entendido como aquel recurso narrativo, popularizado por el cineasta Alfred Hitchcock, que permite avanzar a la trama€ pero que no tiene gran importancia, en sí mismo): el de la figura del relator que quieren acordar el Gobierno de Pedro Sánchez y el de la Generalitat, para intentar una resolución del problema catalán.

El McGuffin va bien a todos. Al Gobierno de Sánchez porque, en caso de aprobación, puede servirle para desencallar el trámite presupuestario (que se votará el próximo miércoles) y obtener, así, el apoyo de los independentistas catalanes a las cuentas públicas. Para el Govern catalán, porque les puede ofrecer algo aparentemente tangible a sus desencantadas (y, cada vez más, críticas) bases, ante el inicio del juicio a los líderes independentistas, procesados por el referéndum del 1 de octubre de 2017.

Y, por supuesto, también es de gran utilidad para las tres fuerzas que se disputan el espacio de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox), tal como se ha visto con su hiperbólica reacción, traducida en una manifestación en defensa de la unidad de España y contra el traidor Sánchez, que cede ante el discurso de los malvados independentistas con el impulso del relator.

Todo ello sucederá sabiendo todas las partes en conflicto que el relator, si se concreta, será un interlocutor perfectamente inútil para solucionar el problema de fondo planteado en Cataluña durante la última década. A saber, cuál es el sujeto de la soberanía en aquella zona: solo los catalanes o los españoles en su conjunto. Y es que el espectáculo de la vida pública, cada vez más degradada, debe continuar.

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