Mis viajes han despertado interés por la historia del Báltico. En 1645, se firma la paz entre Suecia y Dinamarca (que controlaba Noruega), con condiciones ventajosas para la primera. En el verano de 1657, con Suecia en dificultades en su guerra contra Polonia-Lituania, Dinamarca vio la oportunidad de recuperar los territorios perdidos. Los daneses capturaron Bremen, entonces en manos suecas. La respuesta sueca fue contundente. Su ejército recorrió 800 kilómetros desde Polonia, reconquistó Bremen y ocupó Jutlandia, la península que conforma la parte occidental de Dinamarca, incluyendo la fortaleza de la actual Fredericia que cayó en apenas hora y media del 3 de noviembre. El resto de Dinamarca son 443 islas, entre las que destacan Fionia, separada de la continental Jutlandia por el estrecho Lillebaelt y Selandia (donde se sitúa Copenhague), con el estrecho Storebaelt de por medio, además de otras islas entre éstas dos, caso de Langeland, Lolland y Falster. Con su flota perdida, la geografía iba a imponer su tiranía, deteniendo el avance sueco de no haber sido por un acontecimiento climático. El mundo estaba inmerso en la Pequeña Edad del Hielo, un período frío y de avance glaciar que J. Neumann sitúa entre 1590 y 1850. Con los daneses confiados en que el invierno detendría las hostilidades, el Lillebaelt se congela y el ejército sueco de 10000 hombres lo atraviesa a principios de febrero de 1858, a pesar de cierta resistencia danesa. A continuación caminan sobre 18 kilómetros del Storebaelt para llegar a la isla de Lolland el 19 y el 21 se plantan a las puertas de Copenhague. Los daneses solicitan de inmediato la paz, que se firma en Roskilde. Suecia alcanzó por primera su extensión territorial al este de de Escandinavia y controlaría la navegación del estrecho de Kattegat.