María José y Ángel han conseguido dejarme el corazón helado y conmoverme hasta lo más profundo de mi ser. Me refiero, naturalmente, al vídeo en el que él, a petición de ella -aquejada de esclerosis múltiple desde hace más de tres décadas- le ayuda a morir. Se trata de un acto castigado por la ley y por eso fue detenido. Sin embargo, el hecho de que poco después el juez encargado del caso le dejase libre aunque encausado, viene a demostrar que no estamos ante un delito que provoque la consabida alarma social que justifica la prisión preventiva. Antes al contrario, casi provoca hoy en día más alarma social que el derecho a una muerte digna o asistida en casos extremos como éste no esté convenientemente regulada. Y eso que han pasado 21 años desde que la cuestión estallara con toda crudeza con el caso de Ramón Sampedro allá por 1998, retratado en la película Mar adentro. Parece que es tiempo suficiente como para haber tomado ya una iniciativa que tenga en cuenta la voluntad de los afectados.
