“Pero, ¿qué haces tú aquí?” todavía exclaman algunos profesionales al toparse con compañeras periodistas en pleno conflicto bélico. “El ochenta por ciento son freelance (trabajadoras independientes) que cobran para cubrir gastos” ya que hoy en día pesa más la cuenta de resultados que el trabajo en sí mismo, No se envía a nadie de plantilla y así se evitan posibles dispendios como la recogida de cadáveres. Hubo “Otra época en la que todavía se pagaba a los (las) corresponsales”, recordaba Ethel Bonet; actualmente “Nos cuesta a veces dinero el trabajar. En Oriente Medio, casi todas son mujeres y las crónicas son entre setenta y cien euros”.

Ana del Paso, enviada especial y corresponsal en Oriente Medio de la Agencia EFE (servicio de noticias fundado por el periodista Manuel Aznar Zubigaray, abuelo de expresidente del Gobierno español José María Aznar López -PP-). Recordaba que en zonas de conflicto “No se percibía que la mujer llevase chaleco antibalas”, aunque para solventar tales carencias “Reporteros sin fronteras se los alquilaban”. Esclarecedora charla testimonial la desarrollada bajo el titular del libro publicado por Del Paso: Reporteras españolas, testigos de guerra. De las pioneras a las actuales.

Ethel Bonet, periodista alicantina, filóloga de árabe que cubre la información de la Primavera Árabe desde el año dos mil once, Leticia Álvarez freelance, informadora en la guerra de Ucrania, y Lola Bañón, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, enviada especial a Israel y Palestina durante la Guerra del Golfo, integraron la mesa de declaraciones en una lluviosa tarde valenciana. Consensuaron que la mujer reportera, corresponsal de guerra, aún tiene mucho trecho por recorrer hacia la igualdad. Cuatro mujeres ante una veintena de asistentes relatando experiencias de campo, mostraron el verdadero y poco glamuroso esqueleto de un trabajo recubierto por capas tisulares casi cinematográficas que desvirtúan la realidad. Generaciones de españolas se han enfrentado a pautas sociales a fin de desarrollar una labor informativa y pasional. “¿Cómo le digo yo esto a mi familia?” fue el dilema de Ana del Paso al solicitar que la enviasen a El Salvador durante su guerra civil, en la década de los ochenta del siglo veinte.

Las empresas informativas no han dado la talla ante la presencia femenina en el reporterismo de guerra, Es perceptible que existe “Muchísimo machismo”, cabe citar lo dicho por cierto reportero a Dolores Masana Argüelles, periodista y jefa de internacional durante más de una treintena de años en La Vanguardia además de expresidenta de Reporteros sin Fronteras y reportera en el conflicto árabe israelí: “¿Qué haces tú aquí? tienes hijos en Barcelona”, a lo que la actual vicepresidenta de la Comisión de Quejas y Deontología de la FAPE (Federación de Asociaciones de la Prensa de España), le replicó que él también tenía dos.

A la mujer nadie le ha allanado el terreno, mientras que a los hombres les dicen: “que huevos tienes”, de ella comentan “está loca”.

“Hay posibilidad de que te maten; o que veas una cabeza volar”, comentó Bonet que también hizo alusión a la dieta gastronómica de “pan y quesitos” en pleno conflicto. Sobre la aparatología tecnológica puntualizaba que hay que olvidar esas sofisticaciones de última generación: “Muy poca gente que tiene teléfonos móviles por satélite”.

En la sala Museo 1 de Jardines de Viveros fue donde se desarrolló la charla; junto a su entrada el estanque de patos y cisnes recordaba que siempre la naturaleza da sentido a la vida. Pero ahí están las guerras, ese negocio del terror “A quienes fabrican armas no les interesa que el conflicto árabe israelí termine, porque existe una industria potente de la guerra que se nutre gracias a este continuo enfrentamiento sin necesidad de que se lleve a cabo una tercera guerra mundial”, (declaraciones de Masana en “tumbandomuros.wordpress”, 20/04/2015).

Tripas y cerebro motivaron la tesis de Ana del Paso: “Tengo que hablar de mis amigas, compañeras, las españolas (reporteras de guerra)”. En el listado se cita a nombres como el de Carmen Sarmiento, corresponsal de guerra en Nicaragua y Líbano, premio de Comunicación no sexista 2018 otorgado por la Asociación de Periodistas de Cataluña, Naiara Galarraga, Rosa María Calaf o Carmen Postigo, mujeres contra la invisibilización doctrinal, “Sólo se habla de los hombres, de las mujeres nada”, además “Nosotras cuando vamos por ahí no nos hacemos fotos, habrá que reciclarnos porque cuando llega un libro como este, no hay fotos (de las reporteras)”.

“Han secuestrado a nuestros maridos, nos han disparado”. Es un deber sacar a la luz el trabajo de mujeres en situaciones extremas, “Hay que ponerles cara”. Mujeres que informan para agencias, webs. Freelances en completo anonimato, salvo en el caso de las que trabajan para las televisiones. “Me parece una vergüenza que no se escriba de ellas; nos hemos hecho un hueco a codazos”, concluyó Ana del Paso.

“Los nuevos bárbaros, apenas tomaron el poder no promulgaron leyes sino sólo prohibiciones; la prohibición de tener animales domésticos, Latifa liberó a su canario y se preguntó qué sería de su galgo afgano. Latifa había superado el examen de admisión en la facultad de periodismo. Había escogido esta profesión para “saber, comprender y poder estar informada de todo”. Condenada, como cronista, por denunciar los acontecimientos de la agonía de Kabul y de su población femenina. Latifa, fiel a su vocación frustrada, hizo algunas observaciones muy pertinentes al respecto, como la “traición” que llevaron a cabo las Naciones Unidas en detrimento de las mujeres afganas”; escribe la comisaria europea y exministra de Asuntos Exteriores de Italia Emma Bonino en el prólogo del libro “Latifa. Cara robada”, traducido por Esther Andrés y la colaboración de Chékeba Hachemi, primera diplomática afgana, condecorada en dos mil catorce con la insignia de Caballero de la Orden Nacional del Mérito otorgada por el Gobierno de Francia.

Álvarez, joven tertuliana aseveró que “hay heroínas” que consiguen conciliar la maternidad “Están dispuestas a sacrificar más de su vida”. Confesó que en el fragor de la batalla “No te das cuenta de todos los riesgos que estas tomando”, y entre chistosa y aterrada, relató cuando le quitaron el chaleco antibalas: “¡No podía quitarme el chaleco porque valía una pasta!” y, enfrentándose, replicó envalentonada: “¿Me quieres devolver ya el chaleco que me quiero ir de aquí?”.

“Las televisiones apostaban por varones, pero los hombres eran muy justos en idiomas. Se enviaron a periodistas que siguieron la línea oficial” expuso Bañon sobre su experiencia.

También durante la 54 Fira del Llibre de València, Milthon Robles, periodista hondureño residente en Barcelona, como invitado en el Día Mundial de la Libertad de Prensa, basándose en su experiencia de persecución secuestro e intento de asesinato por reportajes sobre “impuestos de guerra” declararía: “No es lo mismo decir soy un (una) periodista de investigación desde un plató. Si quiere ser honesto (honesta) tiene que embarrarse en el lodo”, diagnosticando: “En diez años el periodismo se va al carajo”.

“Mi género favorito ha sido, es y será el reportaje, que si es excelente se nutre de los otros géneros, pues tendrás que hacer muchas entrevistas a personas muy diversas para obtener información, y para escribir deberás adoptar un esquema literario, un ritmo, una dosificación de la información que tense el relato y agarre al lector (lectora) por el cuello desde la primera hasta la última frase. El reportaje no tiene que ser forzosamente extenso, lo importante es captar la esencia de lo que sucedió”, (“Maruja Torres. Mujer en guerra. Más masters da la vida).