La expresión «derechita cobarde» acuñada por la ultraderecha de Vox para criticar la 'tibieza' política del PP hizo fortuna en la precampaña del 28A, hasta el punto de que el mismísimo José María Aznar se vio en la necesidad, durante un mitin en València, de retar a sus otrora compañeros de viaje sobre la cobardía o la valentía de cada uno. Sin embargo, pasadas las elecciones la sangre ha vuelto a espesar y las tres ramas de la familia han vuelto a unirse bajo el mantra común de defender a España de todos los peligros que le acechan... Sobre todo de que el PSOE pueda gobernar.
Y para eso hay que dejar a un lado complejos: si hay que abrir en canal las instituciones a la ultraderecha, se les abre; si hay que retroceder en políticas sociales y de derechos, se retrocede, que total, solo son un incordio propio de rojos y masones. Así, Vox es capaz de marcar la agenda a unos desacomplejados PP y Ciudadanos dispuestos a tragar con lo que sea con tal de ocupar el poder que creen propio por designación divina.
Por el contrario, en la izquierda sí nos encontramos con un PSOE acomplejado incapaz de explicar y defender que tan legítimo es el apoyo que pueda recibir de fuerzas como Bildu o ERC -ratificadas también en las urnas por los ciudadanos- siempre que los acuerdos se atengan a la ley, como el que en la derecha facilita Vox para sostener a sus conmilitones.
Todos recordamos como desde los dos principales partidos motores de la transición se repetía machaconamente que en ausencia de violencia se podía hablar de todo en nuestro régimen democrático. He aquí que, una vez desaparecida la violencia, a aquellos que han renegado de ella se les intenta negar seguir demonizando, arrinconándoles y acusando a quienes puedan obtener su respaldo poco menos que de vender y querer destruir España.
Mientras la izquierda no sea capaz de sacudirse de encima esos complejos y de construir un relato didáctico, ocurrirán casos como el navarro durante estas semanas. Todo para que la derecha se salga con la suya con las estrategias que intenta negar a sus adversarios.
