“Tal vez vivir en una jaula me hace ser un poco hijo puta”, es la respuesta del hámster al gato en uno de los relatos que conforman Ronroneos, libro escrito por Óscar Hernández Campano, donde las tan cacareadas “Pretendidas políticas pro animales” salen a relucir en La concejala matagatos, ahí, el treintañero literato donostiarra, ganador del IV Premio Odisea de Literatura con El viaje de Marcos, introduce una historia poniéndolas en tela de juicio; algo sobre lo que Óscar Colom se explaya: “Personajes destacados de la élite ciudadana y política que por un aplauso o un voto mercadean con los animales. Burócratas y corifeos serviles, ostentando títulos de expertos en animales, haciendo proclamas huecas en su defensa en foros oficiales. ¡Qué fácil es medrar y servir al poder a expensas de seres indefensos!”, (“La protección de los Gatos en Barcelona, en los Diez últimos Años, en Blanco y Negro”).

Poseedor de una atractiva sonrisa, minucioso observador y ágil narrador, Hernández evita la personificación de sus personajes felinos reflejando en cada capítulo la visión de esos otros seres ajenos a “La superficialidad de la sociedad”, tal como apuntó Vicente Marco, dramaturgo, cuentista y novelista valenciano. Para la ocasión, Hernández, que también es licenciado en Derecho, vistió camisa de cuadros azules y rosa, mientras que Marco iba de gris con pantalón cargo.

Ronroneos en el suntuoso Palacio del Marqués de Campo (José Gabriel Campo Pérez, “apoyó con recursos propios la Restauración de los Borbones en el rey Alfonso XII, por cuya causa se le premió con el título de Marqués de Campo”, tal como apunta la web de la Asociación Española de Historia Económica, AEHE) Allí, en la que fue residencia de uno de los próceres de València en el siglo diecinueve que, sin nupcias de por medio, tuvo un hijo con Amparo Bruna Rifahoux, al que adoptó; Ronroneos culturales y proteccionismo animal se conjugaron. Pomposo escenario el del Museo de la Ciudad de València. Un lugar para una obra. Edificio donde la accesibilidad cuenta con rampas de acceso al escenario y hacia la salida lateral, pero, ¡hete aquí! que en el escalón del portón la movilidad se obstaculiza. ¿Despistes en los acondicionamientos de cara al público con diversidad funcional?

Antonio Llorens, director y crítico de cine se acercó a felicitar al autor, también Ángel Celada Pérez licenciado en Bellas Artes y profesor de dibujo, que presentó a la firma de Hernández media docena de Ronroneos. Hasta una amiga venida ex profeso desde Galicia estuvo presente, junto a una letrada defensora de los Derechos de los Animales.

“Plasmo mis sentimientos” en siete relatos “Como siete vidas”. También narra la historia de un hombre gay en busca del gran amor que comprueba como su gata roba los calzoncillos de cuantos amantes tiene.

“Los gatos negros son los menos adoptados, a mí me parece una estupidez”. El escritor descubrió esta alucinante realidad al adoptar: “De entre toda la montaña de pelo surgió una gatita blanca, nos ha elegido, la llamamos Nata; personalmente me cambió la vida con esa presencia silenciosa”, posteriormente un gato negro, Totó, se unió a la familia. Seres desamparados en “el infierno que para ellos (ellas) presupone el abandono en el medio urbano”.

Maltrato, vejación, explotación, experimentación científica, persecución, tortura y toda clase de crueles experiencias se cometen con otras especies animales en base a “perjuicios antropocéntricos que nublan y distorsionan la conciencia de las personas” escribe Colom.

“Había un gato pardo al que le otorgamos poderes mágicos, se llamaba Oscar y un día desapareció” recordaba Marco de su infancia en la casa del pueblo. Gatos, gatas son “entrañables conciudadanos, familiares y amigos”, sufridores del dualismo de códigos éticos distintos citados por Colom en el trabajo editado por la Fundación Altarriba hace doce años: “Es evidente que el trato que damos a los otros animales, incluidos (las) los gatos, no se corresponden con el nivel cultural ni de civilización que presumiblemente tenemos”.

El último de los relatos, “La joyita del libro”, recoge el periplo imaginario de un gato llamado León a través de su estancia junto a destacados personajes que, al mirar los ojos del felino, “Ven lo que quieren ver”. En la masía La Barata, provincia de Barcelona, una gatita parió cinco crías y “Dolores Rivas Cherif (mujer del presidente de la Segunda República española) se enamoró de aquellos gatitos”, llamándolos: Mallorca, Sevilla, Cuenca, Lugo y León, “El pequeño León, fue el preferido, el gato de Azaña”. Harry S. Truman, trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos, “Se lo compró a un directivo de la Metro-Goldwin-Mayer”. En su peregrinaje, León estuvo con Adolf Hitler “Los perros de Eva Braun lo llevaban frito”. También la imaginaria narración incluye a la hija de Franco: “En el Pardo Carmencita lo persigue por el palacio hasta que se cansa de él”.

“Lo mismo que el perro y el ser humano, hay gatos (gatas) estúpidos y gatos (gatas) inteligentes” afirma el antropólogo Vinson Brown. Gatos y gatas amantes del buen comer y mejor dormir, ronronean suavemente de felicidad y gruñen guturalmente al estar molestos. Cazan en solitario y “no tienen lenguaje de manada”, pero maúllan, mían y ronronean para comunicar sus necesidades.

“Me he reinventado muchas veces en mi vida, parezco Madonna”, confiesa Hernández.

“No convivir con un animal nos aleja de la naturaleza; te humaniza vivir con animales”. Fina Casalderrey, periodista y profesora pontevedresa, en Isha, nacida del corazón, cuento infantil ambientado en la India, menciona los múltiples santuarios “especializados en tigres, otros en lobos” y hospitales para aves como el pavo real; “En Delhi, estuvimos en el templo de Karni Mata para tratar de encontrar la Rata Blanca de la suerte”. Enric Balasch y Yolanda Ruiz en el Diccionario de Mitología Universal asocian a gatos y gatas con numerosas divinidades como la hegemónica deidad solar egipcia Re (Ra), personificación del orden cósmico en la Tierra, la renovación vegetal y progenitora de la armonía universal. Gatos y gatas equilibran el bienestar. Gustav Klimt, pintor modernista austríaco, posó fotográficamente con su gata para la posteridad. Thomas Gainsborough, ilustre retratista inglés, pintó el lienzo Un niño con un gato, obra barroca expuesta en el Museum de New York, en la que destaca la rusticidad del felino. El periodista, humorista y guionista suecano Emili Piera cita a su gato House en Oficio de lance. De cómo llegué a comer, incluso bien, del periodismo, “No es un ajuste de cuentas con nadie; sí que es un ajuste de cuentas con el periodismo desde hace quince años. En el mundo periodístico español solo cuentan Madrid o Barcelona; Alicante y València no marcan el tempo”. Asímismo Ata Gomis, actriz, bailarina y escritora versificó sobre el colectivo minino, “De noche la verás, en cotarros y teatros en lecturas o con gatos”.

¿Por qué siguen activas infraestructuras institucionales de tortura y muerte para animales? ¿Por qué persisten mitos y tópicos inquisitoriales? ¿Qué pasa con las malas prácticas, con resultado de muerte en capturas aprobadas y esterilizaciones en colonias felinas? ¿Existen actuaciones urbanísticas que respeten al resto de la ciudadanía: a los otros animales? ¿En función de qué formulismo se ejecutan, actualmente, a gatos y gatas? ¿Cómo se defienden los derechos de las y los conciudadanos felinos? ¿Quién categoriza el sufrimiento de otras especies? ¿Cuáles son las colonias felinas auténticamente protegidas? ¿Qué hay de la cruel experimentación con gatas y gatos? ¿Cuándo se implementarán proyectos educativos de respeto hacia el resto de especies?

Colom escribe: “En nuestro hábitat diario y en nuestro puñetero ecosistema, a la corta o a la larga, lo que es bueno para (las) los humanos es bueno para los otros animales y, viceversa, lo que es bueno para los otros animales, incluidos (las) los gatos, es bueno para (las) los humanos”,