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La atracción por los malos viene de lejos. Un adjetivo que engloba tipologías que van desde el más cruel al canalla. Este último es el que más seguidores atrae en esta orilla mediterránea. Por ejemplo, Jesús Gil y Gil, un facha y corrupto de primera que fundó un partido político con el nombre de su apellido. Mucha gente le votó, no solo los atléticos, club en el que todavía manda su hijo. Y llegó a alcalde de Marbella, ese Benidorm andaluz que dejó el glamour en el jacuzzi del orondo edil-empresario. HBO le ha dedicado una serie documental tramposa, escrita por uno de los fundadores del periodismo espectáculo en un programa más embustero todavía. Vista la deriva de ideas de guionistas gaseosos que nos invade, las grandes plataformas deberían pagarles un máster en la Universidad de Groenlandia. No hacen falta más análisis sesudos por el éxito de la trasvertida extrema derecha, hay espacio electoral para los herederos de Gil, donde triunfa el populismo barriobajero. Es fácil meterse con Vox, en cambio las plumas de ganso desertan para aplicar el mínimo criterio común para retratar el desastre botánico que significa un Consell desestructurado o una insultante negociación municipal donde todo pasaba por una vicealcaldía. Hace años que la izquierda valenciana se quedó huérfana de intelectuales; los pocos que quedan prefieren huir del tacticismo orgánico que significa rendir pleitesía a imprudentes, esos que han llegado a la conclusión de que en los próximos cuatro años hay que hacer una cotización colectiva para luego aguantar otros veinte en la oposición. Pocos de los cien mil hijos del Botànic serían contratados por un caza talentos. En eso también se parecen a la derecha autóctona, que sigue incapaz de sacudirse el saqueo que organizaron sus próceres antes de ir a prisión. Hay gente que se vanagloria de haber votado a Podemos y ahora a Vox, y aunque es evidente que no es lo mismo, significa la lenta deriva hacia posiciones irreconciliables. A lo que ayuda recordar el fenómeno Gil y lo que arrastra. Puestos a elegir, prefiero la aventura valenciana de Malú.

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