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Picatostes

En modo aleatorio

Me levanto sobresaltado- despues de otra noche tropical me siento como un personaje de una novela colonial de Somerset Maugham- ante el anuncio de la apertura de hostilidades por parte del Presidente en funciones Pedro Sánchez contra la formación Unidas Podemos y su líder en la tierra Pablo Iglesias. Hoy es martes, no sé si el próximo jueves cuando se publique el artículo se habrá producido el desembarco de Normandía o el ataque por sorpresa a Pearl Harbor. Acostumbrado a la a los bombardeos indiscriminados de la nueva derech-Ciudadanosy la de toda la vid-Populares- este frente de chubascos socialistas me ha pillado con el paso cambiado, y más cuando ya me había acostumbrado a la oratoria anti-estresante y balsámica por parte de Pedro Sánchez. Era escucharlo y como si me tomara tres tazones seguidos de Valeriana. Quiero imaginarme que todo esto son cosas de la comedia política de cada día y a mí, seguro que se me escapan algunos detalles del áspero mapa post-electoral veraniego. Para descifrar códigos y mentiras a medias- o verdades bajo sospecha- para eso, ya están los contertulios habituales consultando cada día el oráculo de los dioses televisivos.

Hace tiempo que he dejado de ver los programas de tertulias politicas y similares como en su momento dejé de ver los del corazón. Como hace tiempo que dejé de ver tantas cosas que no echo de menos. Por un contertulio ilustrado, ameno, y porque no, divertido, he de soportar una tropa de personajes petulantes, maleducados, y lo peor de todo, tremendamente soporíferos. Sus vaticinios de la actualidad política me resultan tan excitantes como el Diario de sesiones de las Cortes. Mis relaciones con presentadoras mediáticas como la inefable Ana Rosa Quintana o la siempre a flote Susanna Griso se reducen a las noticias que segregan y son recogidas por la prensa on-line de la mitad hacia abajo del faldón digital junto con informaciones tan sustanciales como los aportes de la zanahoria a nuestro cuerpo o las propiedades del plátano.

Por cierto, hoy me he encontrado con dos señoras que llevaban el mismo estilo de peinado que Susanna Griso. Hubo una época en que las cajeras de Carrefour me parecían calcadas a Belén Esteban y en otros tiempos no hacia mas que cruzarme por la calle con señoras de labios siliconados y pechos abombados a lo Yola Berrocal. También en otros tiempos, ya muy lejanos, lejanísimos, eran las estrellas de cine las que marcaban la moda. Cuántas jóvenes en todo el mundo se cortaron el pelo despues de ver a Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma y cuántas, otro tanto, se soltaron el pelo y se hicieron una choucroute como la que llevaba Brigitte Bardot coronando su melena rubia. No veo ahora en el cine una estrella con la proyección mediática, social, que tenían estas actrices hace más de medio siglo. Después de la era de las estrellas glamurosas de la pantalla, desembarcaron los ídolos juveniles del rock and roll y la moda se democratizó. El pantalón vaquero hizo el resto. Quiero pensar que hoy en día para muchos adolescentes, chicas y chicas, nombres como Selena Gómez, Justin Bieber, Rosalía o el hijo de David Beckham, Brooklyn Beckham deben de ser todo un referente estilístico, pujando en las redes sociales a ver quien consigue más seguidores. Tampoco hay que irse a los escenarios musicales para buscar ejemplos, cuando el boom de los banqueros Superstar con Mario Conde a la cabeza, de la noche a la mañana, los botes de gomina corrieron como otras sustancias menos pegajosas por los despachos y consejos de administración.

No estoy muy al tanto de la nueva generación de jóvenes empresarios marcando el paso y no sé si entre ellos hay alguno dispuesto a imponer un New Look. De momento nos tendremos que conformar con la pieza semanal a estrenar por la Reina Letizia como gran evento informativo. Miraba el otro día la super-final de Wimbledon y hay que ver con qué gusto doblaban las toallas los chicos del torneo; en la entrega de los trofeos salió la duquesa de Cambridge, Kate Midleton, con un modelo de color, leo en la prensa especializada, «azul Cenicienta» y supongo que dentro de un tiempo el azul cenicienta lo tendremos en las cortinas del cuarto de baño y el catálogo de IKEA. Aunque mis convicciones republicanas siguen irreductibles, reconozco el poder de seducción que continúan teniendo los personajes de la realeza. Desde que Grace Kelly se convirtió en princesa de un pequeño país con decorado de opereta y colgado de un peñasco en el Mediterráneo, las cosas palaciegas han tenido un gran predicamento. Nuestra representante más internacional durante muchos años fue la reina Fabiola que no destacaba precisamente por sus cualidades de glamur y moda, lo suyo estaba más cerca del estilo cenobítico aunque el diseñador Cristóbal Balenciaga, que estos días es noticia en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, se encargara de confeccionarle el vestido de novia. Y encima estaba su cuñada, la princesa Paola de Lieja que hasta se atrevía en aparecer en bikini en las playas de la Costa Azul. De todas formas, si en estos momentos tuviera que elegir entre mis hits reales, la cosa se decantaría entre la reina de Vallecas, Cristina Pedroche y la Reina de la Palapa, Lara Álvarez, a la que deseo ver en un remake de Kilma, la reina de las amazonas producido por Movistar o Netflix como la nueva Eva Miller, una de las reinas indiscutibles del cine B español.

Aunque el sociólogo Zigmunt Bauman ha definido para nuestra época el concepto de sociedad líquida, modernidad líquida y hasta amor líquido, ya se sabe, lo que ayer era sólido, hoy se diluye en un vaso de agua como la pastilla para la prótesis dental, y por tanto habremos de habituarnos a una situación de perpetua inestabilidad; me reconozco más que en modo líquido en modo aleatorio, aunque solo sea por la forma de escuchar las canciones en Spotify. Mirar las cosas en modo aleatorio en estos tiempos es un buen ejercicio físico, dejarte llevar por una cierta espontaneidad o sorpresa, de lo contrario, a la vista del panorama general, todo resulta bastante previsible. Hasta un próximo anuncio de elecciones generales.

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