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Es la desigualdad, estúpido

Las escenas de violencia callejera en Barcelona durante las últimas semanas tienen como motivo principal la revuelta independentista. Ése el ‘leit motiv’ de las convocatorias por parte de unos grupos que han roto definitivamente la idílica imagen de la revolución de las sonrisas que el soberanismo catalán se ha esmerado en cultivar durante los últimos años. Sin embargo, el paso de los días alumbra un movimiento mucho más de fondo ajeno a la causa estrictamente separatista. Los jóvenes que desde esta semana mantienen una acampada en plena Gran Vía de Barcelona o que incitaban a la huelga en las universidades, lo pusieron en evidencia en sus declaraciones: al discurso independentista se adherían otras quejas como las elevadas tasas universitarias, el desempleo o la crisis climática. Obviando que, por ejemplo, la primera de ellas no depende en absoluto de esa España represora que caricaturizan en su imaginario, sino precisamente del Gobierno de derechas que rige los destinos de Catalunya y que les empuja a la calle. Ese discurso saca a la luz que el malestar más de fondo es realmente el provocado por la creciente desigualdad, no solo en nuestro entorno, sino en el conjunto del planeta; obsérvense, por ejemplo, las protestas en Chile. Parafraseando al asesor de Bill Clinton durante la campaña presidencial de 1992: «¡Es la desigualdad, estúpido!».

Despilfarro farmacéutico. Casi 1.300 presentaciones farmacéuticas bajaron ayer de precio con la intención de rebajar la factura del sistema de salud. Ese capítulo sigue siendo uno de los más onerosos en el presupuesto para 2020 recién aprobado por la Generalitat. Sin embargo, todo esfuerzo para reducir ese monto está condenado al fracaso si no se aborda en profundidad el sistema de dispensación de medicamentos. Si a un paciente se le prescriben tres tomas de un fármaco pero se le vende en una presentación con 30 pastillas, ¿qué pasa con las otras 27 dosis que no se debe tomar? Evidentemente, se trata de un despedicio que, no obstante, el laboratorio de turno se ha cobrado y por el que la Administración y el consumidor han tirado dinero a la basura. (PD. Se trata de un ejemplo vivido esta semana en primera persona).

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