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Maite Fernández

Mirando, para no preguntar

Maite Fernández

La caída del muro

Coincidiendo con la jornada de reflexión, el sábado todos los europeos celebraremos una fecha importante para la cultura occidental: la caída del Muro de Berlín. El 9 de noviembre de 1989 los berlineses pudieron por primera vez, tras la segunda guerra mundial, cruzar de un lado a otro de la ciudad sin el temor de ser derribados por disparos de la policía. Terminaban así 28 años de división. El Muro, el símbolo más conocido de la guerra fría, era sobre todo la imagen misma de la división entre dos maneras de ver la sociedad, la cultura, el desarrollo o la economía. El comunismo frente al capitalismo.

Tras la caída del Telón de Acero, las dos Alemanias -Federal y Democrática- se unieron. La locomotora alemana pudo recomponer mal que bien su economía lastrada por el desempleo del este. Se recortaron las diferencias entre los habitantes de uno y otro lado y se impuso la idea de defensa de un país fuerte en una Europa unida. Todo parecía anunciar que las murallas y las divisiones eran cosas del pasado.

Eso parecía. Pero nunca ha llegado a ser real. Los ladrillos cayeron, pero las cicatrices aún perduran. Y no sólo en forma de adoquines en las calles. Nacionalismos mal entendidos, extremismo radical, xenofobia, resentimiento€

Pero tras el entusiasmo inicial llegó el estancamiento, agravado por el 'crack' financiero del 2008. Con la crisis migratoria, el nacionalismo tóxico ha hecho surgir partidos como Alternativa para Alemania (AfD) que han conseguido resultados espectaculares en Lander como Brandeburgo o Sajonia. Viejos fantasmas del pasado parecen asentarse de nuevo en Alemania.

El mismo fenómeno se repite en Hungría, Francia, Italia o en España. En toda Europa políticos irresponsables y demagogos han explotado el descontento y las crecientes desigualdades con discursos que llaman a la emoción, que se apoyan en miedos palpables con el único objetivo de obtener rédito inmediato. La opción es ganar. Otra cosa es gobernar.

El sábado en Alemania, la conmemoración de la caída del Muro no va a ser tan llamativa como hace 10 años. Este 9 de noviembre no se darán cita todos los líderes mundiales para celebrar la unificación de Alemania y de Europa en su conjunto. Europa, la mejor que hemos tenido jamás, está abrumada por situaciones inesperadas: el brexit, el revanchismo de Putin en el espacio post soviético, el aumento de los nacionalismos, el auge de la ultraderecha, la pérdida de poder económico frente a la amenaza de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la implosión de la inteligencia artificial o la falta de decisiones ante la urgencia de combatir el cambio climático€

El sábado, en España, tenemos jornada de reflexión. Una oportunidad para pensar cómo evitar que vuelvan a levantarse muros, como convivir con el contrario, como aprovechar la lección que la historia nos ha entregado: las diferencias se dirimen hablando, no en trincheras de barro.

Jornada de reflexión para los políticos también, sobre todo para ellos. Porque desde nuestras diferencias reclamamos unidad, gobierno. Si en los territorios - autonomías, nacionalidades o naciones- que conforman España ha sido posible llegar a acuerdos no encuentro motivo suficiente (salvo los egos) para no poder gobernar el país. Nos lo deben.

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