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Golpismo parlamentario

La derecha española vuelve a las andadas. Como cada vez que pierde el poder en las urnas, la frustración deriva en gresca, bronca y sal gorda, muy gorda, en el debate político. En esta ocasión, además, el enfrentamiento está alimentado por la fuerza inesperada de una extrema derecha que ha conseguido radicalizar hasta extremos desconocidos al PP y a Ciudadanos. El espectáculo vivido en el Congreso este fin de semana va, sin embargo, más lejos. Mucho más lejos. Hasta casi un golpismo parlamentario.

La portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, se destapó la primera bramando por un nuevo 'tamayazo' que frustrara la investidura y violentara de esta forma el resultado electoral del pasado noviembre. No ha dejado de pedir que diputados socialistas «con sentido de Estado» rompan la disciplina de partido en la votación del martes. Quiere someter a los socialistas a la misma degradación democrática que ya ha hundido a su partido y que, a tenor de las encuenstas, amenaza con borrarlo directamente del mapa. Después, el sábado el presidente de Vox, Santiago Abascal, apuntó directamente al diputado de Teruel Existe, que ha visto como aparecían pintadas amenazantes para su persona tras la decisión de respaldar al candidato socialista.

Por si todo esto no resultara ya suficientemente preocupante, el presidente del PP, Pablo Casado, perdió ayer completamente la compostura democrática de un partido que presume de asumir una posición de defensa del Estado y encabezó un intento del bloque de derechas de boicotear la intervención de la representante de EH Bildu, elegida por votos tan legítimos como los recibidos por los demás partidos. ¿No habíamos convenido durante años en transmitir a ETA que en ausencia de violencia se podía debatir sobre todo? Pues parece que era mentira. Y ayer asistimos a un intento de frustrar la expresión legítima de un partido que ha renunciado a las armas como se le exigía. Lamentablemente, parece que algunos vivían mejor, políticamente hablando, contra los terroristas.

El PSOE ya puso ayer pie en pared contra esta estrategia. El peligro de una deriva callejera y barriobajera ha hecho saltar las alarmas.

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