Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A vuelapluma

La razón y la ideología

No hay texto sin ideología. Eso decían los pofesores en la carrera. Entonces me costaba entenderlo. Realmente lo que no hay son autores sin ideología, que es esa piel según la cual ves la realidad de una manera determinada y te sientes confortable dentro de un grupo, donde ese extraño recorrido que es la vida siempre es más acogedor. Lo que lean a continuación, si lo hacen, prevengo, es una autoinculpación, no una forma de señalar a nadie.

Los partidarios del diálogo con el independentismo argumentan que no se puede dar la espalda a la mitad de una comunidad, sea esta como sea. Lo comparto. Pero: ¿dirían lo mismo si no habláramos de Cataluña, si habláramos de dejar fuera a los de la extrema derecha? Estos no son la mitad de la comunidad, por el bien de todos, pero ¿es sostenible éticamente aplicar el diálogo con unos y el aislamiento con otros? Unos han recurrido a la unilateralidad para intentar instaurar un proyecto político respaldado por la mitad de la población (como mucho); otros siembran semillas de intolerancia con sus ideas y planes. ¿Es suficiente esa distancia para acordar con unos (intentarlo al menos) y aislar a otros? ¿Es nuestra tradición política la que hace aceptable a la izquierda sentarse con el independentismo y a la derecha sentirse cómoda, incluso para gobernar, al lado de la extrema derecha? Escribo desde el primer planteamiento, he defendido el diálogo con el soberanismo y los cordones con los ultras, más después del atentado racista de esta semana en Hanau, pero últimamente confieso que se me caen las certezas. Supongo que periodistas y políticas estamos para vender certezas, pero no me sale. La ideología es el alimento final de las certezas, pero debería ser preferible razonar que opinar.

Pasa algo parecido con el último debate sobre los límites a la libertad de expresión. Al final depende de quién los ponga y a quién. Si los tuiteros son de los nuestros, cualquier pensamiento gratuito que emane de sus dedos, incluso aplaudir atentados terroristas, es justificable acogido al sacrosanto derecho de libertad de expresión. Todo bien. Creo haber defendido tesis así en algún ocasión: el mundo se hace pacato lleno de cortapisas mentales. Y la ley mordaza no se aguanta. Pero ahora llegamos al cielo (o lo que sea el poder) y queremos poner barreras a las expresiones del fascismo. ¿Al final no vuelve a ser cuestión de ideología lo que convierte en aceptables unas expresiones y condenables hasta lo legalmente inasumible las otras? Casi estoy por dejar el Código Penal con su rima actual.

Eel peso de la ideología se ha visto mucho estos días de invierno (meteorológico y político) en las Corts. La derecha le ha tirado a la cara a la izquierda críticas incendiarias del pasado sobre lo que sucedía en centros de menores. Si entonces no era soez, sino el mero relato de unos hechos, ¿hoy sí? ¿Todo vuelve a ser cuestión de ideología? Lo peor es que, convertido cada argumento judicial en munición política, nos olvidamos de la víctimas reales, de las personas, y nos dedicamos a alimentar el circo parlamentario (y mediático). La ideología es difícil quitársela de encima llegados a cierta edad, prescindir de ella incluso empobrecería nuestra identidad, pero quizá no es tarde para tener más cerca el freno de mano y razonar antes que opinar. Y lo dicho: esto es, sobre todo, una cuestión personal.

Compartir el artículo

stats