El periodismo, el oficio de contar lo que está pasando, lo definió Gabriel García Márquez como «el mejor oficio del mundo». Una profesión denostada habitualmente, desde la perspectiva subjetiva de encuadrarla según el medio de comunicación del que procede. Cada uno podemos cribar la información que recibimos, es más, podemos elegir de dónde la obtenemos. Lo realmente importante es estar informados. Y si lo es en cualquier tiempo, es precisamente ante hechos de la dimensión actual cuando se torna imprescindible. ¿Podemos imaginarnos un estado de confinamiento, sin el acceso fácil que tenemos desde nuestros hogares a la información? No todos en el mundo, ni siquiera en muchas poblaciones de nuestro país, lo tienen ni lo van a tener en mucho tiempo.

El periodismo informativo se está enfrentando a un hecho noticiable de tal envergadura y calado que ratifica con más fuerza que nunca su consideración de servicio esencial. Ello conlleva que deba ser protegido y dotado de recursos para que pueda continuar desempeñando su labor, pero además, deba ser salvaguardado de las injerencias que puedan sufrir por parte de los gobiernos y de cualquier poder fáctico. Se trata tanto para los ciudadanos como para los profesionales y medios de comunicación, de un derecho fundamental reconocido en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Decía el otro día el científico español Bernat Soria que hablamos de guerra cuando nos referimos a la pandemia porque todavía no se ha inventado la palabra que defina la situación que vivimos. No sé si es más o menos adecuado, utilizar terminología bélica para referirse a esta crisis sanitaria, pero lo cierto es que muchos profesionales de la comunicación hoy se están poniendo en primera línea porque no cabe duda de que estamos asistiendo a una contienda desmedida que ha de ser narrada. Como lo está siendo la dura crisis económico-social que cabalga en paralelo, y que se prevé que lo será más. La relevancia de conocer y dar a conocer lo que sucede ya viene de antiguo, con el Acta Diurna del siglo I antes de Cristo, Julio César informaba en el Foro Romano a los ciudadanos de las acciones del gobierno y del senado. Sin entrar a valorar el propósito y la veracidad de aquellas informaciones, reitero que necesitamos estar informados y conocer la verdad. Para ello debemos elegir medios fiables que provienen del periodismo de calidad y responsable. De esta forma nos podemos sentir seguros y seremos menos vulnerables a las especulaciones que obedecen a determinados intereses que poco tienen que ver con el interés general de proporcionar una información veraz. Porque además, y lo sabemos, la desinformación provocada tiene la despreciable finalidad de manipular a los ciudadanos.

Convertirse en eficaces instrumentos de la difusión de la información y también de la cultura ha exigido desde hace tiempo a los medios de comunicación librar su propia lucha titánica por adaptarse a los avances tecnológicos y el mantenimiento de la obtención de recursos. Muchos se han quedado en el camino. Otros se enfrentan en estos momentos a situaciones inciertas de viabilidad, incluso de falta de medios para desempeñar su trabajo, y aún así, siguen ahí para proporcionarnos lo que hoy es de vital importancia: la información. Elemento clave para una sociedad democrática. Por tanto, y por lo que a mi respecta, gracias.