Hace unas semanas los países nórdicos volvieron a ser noticia. Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca poseen, a ojos del resto del mundo, un sistema del bienestar (casi) perfecto. Por ejemplo, en Noruega, los ingresos derivados de la explotación de sus reservas petrolíferas son reinvertidos por el gobierno central en el sistema público. Pero, a pesar de datos tan ejemplares y relevantes, estos países poseen las tasas de suicidio más altas de Europa. Y también los consumos de alcohol más altos por habitante. El clima no solo influye en nuestra forma de vida, si no en nuestra forma de ser y de relacionarnos con la sociedad. Si analizamos el carácter general de países como España o algunas naciones del Caribe es innegable darnos cuenta de que, gracias al clima que poseemos, pasamos más tiempo fuera de casa y tenemos un carácter con mayor tendencia a las relaciones sociales. En algunas regiones de nuestro país hay más de 300 días de sol al año. Y, en algunos puntos geográficos de los países nórdicos, apenas ven el sol durante 90 días. El resto del tiempo es permanentemente de noche. Esto, sumado a las bajas temperaturas del invierno, hace de ellos lugares inhóspitos, en los que la adaptación al medio es una poderosa batalla por la supervivencia emocional. Somos afortunados, por tanto, de poseer uno de los mejores climas del planeta, a pesar de que ahora mismo no podamos disfrutarlo tal como quisiéramos.