Nuestra compañera de relato trabaja en una residencia de ancianos. En ésta, durante el tiempo del COVID 19, se ha eludido la acumulación de personas afectadas. Un brote inicial fue satisfactoriamente superado sin que la epidemia fluyera hacia los restantes ocupantes y empleados. No obstante, por prudencia, ella decidió alejarse de su familia y vivir en soledad el tiempo que no dedicaba al trabajo, hasta que transcurrió su cuarentena voluntaria.

En los peores momentos de la pandemia, el buen estado de la residencia llevó a la redistribución de parte de sus trabajadores, enviados a otros centros en los que la extensión del COVID 19 había penetrado con mayor virulencia. Así pues, los restantes trabajadores tuvieron que asumir las obligaciones del conjunto de la plantilla. A partir de ese momento, nuestra protagonista fue alimentadora, limpiadora y cuantas profesiones necesitaban de manos. Un trabajo que no sólo era físico, porque a ella y a sus compañeros les correspondía ahuyentar el miedo a la enfermedad y arrancar una sonrisa de los rostros, anhelantes y ansiosos, de los residentes.

Ésta es una historia que merece añadirse al capítulo de agradecimientos que podremos expresar con la amplitud debida cuando superemos el actual periodo de alarma. No constituye una singularidad, pero sí merece la pena tenerla en cuenta como ejemplo de lo que también ha sucedido en las residencias de mayores. Hemos estado justamente atentos a los profesionales de hospitales y de otras actividades sanitarias, pero la percepción que nos ha llegado de las residencias ha habitado, con frecuencia, un espacio cubierto de tinieblas. La imagen de los hospitales en los medios de comunicación transmitía un mensaje de esperanza. La procedente de las residencias emitía el mensaje opuesto por más que el COVID 19 respondiese a una pandemia con un acusado sesgo generacional.

La distancia percibida entre los sistemas sanitario y social precisa promover una extensa atención sobre el concepto de residencia de la tercera edad. Un debate encuadrado en el modelo de Estado del Bienestar que deseamos los ciudadanos y ciudadanas de este país. Sabemos que se extiende la esperanza de vida, conocemos sus efectos sobre las pensiones, la dependencia y el sistema de salud, pero sigue rehuyéndose el abordaje de lo principal y se prefiere la aplicación de cataplasmas pasajeras que sólo contribuyen a dilatar la toma de decisiones y a enmarañar su complejidad.

La cuestión fundamental reside en acordar cuánto dinero queremos destinar al sostenimiento del Estado del Bienestar y si su monto encaja con el rendimiento de los impuestos existentes. Si los objetivos perseguidos lo superan, será imprescindible concluir que las grandes figuras del sistema tributario español precisan de correcciones e incluso ajustes al alza, sin que ello desmienta la necesidad de reforzar la lucha contra el fraude o la introducción de nuevos impuestos correctores de externalidades negativas.

En tanto se resuelve la discusión sobre las preferencias globales de nuestra sociedad, las residencias disponen de su propio marco de reflexión, sobre todo en aquellos lugares en los que el COVID 19 ha generado una atmósfera de desconfianza. La mejor manera de despejarla es la transparencia, mediante una auditoría de gestión de la crisis que refleje los puntos fuertes y las debilidades observadas. Como segundo paso, la pública adopción de una carta de reformas que detalle los nuevos niveles aplicados al control de calidad interno y externo; las dotaciones de recursos propios de prevención sanitaria; los protocolos de enlace con el sistema de salud y de comunicación con los familiares de los residentes; y la formación continua de los responsables y trabajadores de los centros, entre otros objetivos.

Si el propósito de aprendizaje de la experiencia se generaliza, el esfuerzo en primera línea de nuestro personaje y de otras como ella constituirá no sólo una manifestación de su compromiso profesional y personal, incluso en un momento insólito y cruel, sino un estímulo al cambio de frontera en la seguridad y confiabilidad de las residencias.