He aquí un turismólogo al que le gusta compartir sus reflexiones y pensamientos con todos (a veces mi enfado, no lo niego). Por cierto, la Real Academia Española (RAE) aún no reconoce la palabra turismólogo para referirse a los especialistas en turismo. El bueno de Rubén Arnandis-i-Agramunt, turismólogo, déjenme decirlo, especializado en Gestión Pública del Turismo, miembro de la Comisión de coordinación del Máster Universitario en Dirección y Planificación del Turismo y coordinador del cuarto curso del Grado en Turismo de la Universitat de València, al que por cierto le tengo un gran afecto, inició una petición dirigida a la institución cultural, a través de change.org, así como a la Asociación de Academias de la Lengua Española y al afamado escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte, académico de la silla T, en vistas de reconocer y admitir la figura del turismólogo como aquel especialista en el estudio del turismo. Sí, sí, porque nosotros, aunque suene extraño, estudiamos el turismo.

Lo que parece un chascarrillo de sobremesa con tintes anecdóticos tiene más miga de la que parece y no hace más que demostrar la problemática, con varios frentes abiertos, a la que se enfrenta el sector y sus expertos. Sin ir más lejos, recientemente se presentó el U-Ranking 2020, clasificación que recoge las titulaciones con mayor empleabilidad, desarrollado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA. Las cinco titulaciones con mejor empleabilidad son: Medicina, Podología, Óptica y Optometría, Farmacia y Enfermería. Por el momento, no hay ninguna duda de que son enseñanzas esenciales para el futuro más inmediato del mundo y para la protección de la salud universal, en una época complicada donde estamos batallando contantemente contra un terrible virus.

Por el contrario, en la parte final de la clasificación, agonizan los estudios de Turismo, Gestión y Administración pública y Bellas Artes como titulaciones con peor empleabilidad. Sí, han leído bien. El turismo que, para bien o para mal, está siempre, o casi siempre, en boca de todos. Paradójicamente, y por muy contrario a la lógica que parezca, los estudios de turismo se encuentran desahuciados en una lista que no hace más que evidenciar, una vez más, que algo no está yendo del todo bien. La pregunta del millón, llegados a este punto, es la siguiente: ¿Cómo puede ser que, en un país como España, líder absoluto del turismo mundial, los estudios de turismo sean los que presentan una peor empleabilidad? Por si fuera poco, y para comprender mejor la magnitud del problema, el sector turístico empleó en el cuarto trimestre de 2019 a 2.677.371 trabajadores, ¿cuántos de ellos profesionales del mismo?

Para terminar con lo que a ojos de un turismólogo resulta aterrador, también lo sería para cualquier otro profesional o estudiante en vistas de serlo, sobre todo para aquellos que sienten su trabajo de verdad y tienen vocación por aquello que les permite desarrollarse profesional y personalmente, queda claro que los estudios de turismo se deben modificar y rediseñar, fundamentalmente para cubrir las deficiencias que presentan a día de hoy. La nefasta gestión en materia de turismo durante muchos años no acompaña. Tampoco su carácter multidisciplinario, que obliga en muchas ocasiones a completar los estudios con formación complementaria, o el intrusismo con el que muchos se contentan, mirando hacia otro lado, aunque, si bien es cierto, el mercado está plagado de puestos de trabajo no cualificados. Sea como fuere, la eterna paradoja continúa invadiendo la vida del turismólogo, el triste especialista en el estudio del turismo que sigue sin estar reconocido.