Se han puesto de moda las ciclogénesis explosivas. Cualquier tormenta de finales de verano se anuncia poco menos que como lo nunca visto en meteorología. Después pasa más o menos lo que ha pasado siempre pero para entonces ya nadie se acuerda de las previsiones apocalípticas que tan hermosos y atractivos titulares nos ha permitido. Se desbordan cuatro torrentes, se arrastran unos cuantos coches y a esperar el mes de enero para que las televisiones envíen a sus cámaras a grabar la nieve que cae a los pies del Penyagolosa y que ha obligado, nada más y nada menos, que a cortar por unas horas una carretera. Noticia que abrirá los telediarios. Entiende uno que sería noticia si eso ocurriera en el mes de julio, pero ocurre cuando hace frío. Y de momento, en esto del frío y del invierno parece respetarse el turno de las cuatro estaciones. Lo cual, por lo visto, empieza a ser noticia relevante.

Tengo para mí que con esto del virus y de las deudas, del paro y de las colas de hambre existe una especie de ciclogénesis de la información, derivada seguramente de la manifiesta y repartida incompetencia de gestión que este país nuestro está demostrando. Admitamos que no debe ser fácil afrontar una pandemia de un virus que tiene un comportamiento tan anárquico. Seguramente metemos en el saco de los afectados a los que no tienen síntomas pero a los que les sale positivo un test que según algunos expertos tampoco tiene el don de la infalibilidad. Y a partir de ese momento rastreamos contactos recientes, visitas y establecemos cuarentenas parciales o totales. Y si cada día hacemos más pruebas, más asintomáticos infectados saldrán. Una verdadera ciclogénesis de asintomáticos a los que encerramos por si acaso. Y debatimos, por ejemplo, si abrir o cerrar colegios. ¿Cerramos parques infantiles y abrimos colegios? ¿Abrimos aulas burbujas y mantenemos los autobuses escolares? ¿Hacemos tests a todo el profesorado cada cinco días, aunque no tengan síntomas? ¿Quién paga? ¿Qué haremos cuando llegue la gripe común, esa que se lleva por delante a decenas de miles de viejos y enfermos crónicos, a pesar de estar vacunados, sin que certifiquemos que murieron de gripe común?

Un servidor se plantea preguntas que supongo que se harán los expertos en epidemias, muchos de los cuales nos advierten de que esto va para años y no será cuestión de encerrarnos en casa. O sea, que vayamos acostumbrándonos a aquello de «a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga€». Hagámoslo con responsabilidad individual. A un enfermo crónico de asma no se le ocurre caminar descalzo sobre la nieve; ni a un alérgico a la alcachofa, que también los hay, se le ocurre pedir una paella de alcachofas€ Así es que, si toca cuidarse y mantener distancias y precauciones, habrá que hacerlo hasta que pase la ciclogénesis vírica.

De momento, en Holanda, que es país civilizado, disciplinado, ahorrador, que no entendería aquel récord de luminosidad nocturna a cargo del contribuyente del que tanto presumíamos en tiempos de Rita; en el país que ganó kilómetros al mar, que hay que tenerlos bien puestos, los niños y adolescentes han empezado el curso escolar como si el coronavirus fuese una gripe común. Por no llevar, no llevan ni mascarillas. O son gestores políticos amigos del virus y han pactado con él, o son capaces de entender que hay momentos en los que el hombre no puede huir de sus responsabilidades, entre las que está asumir que no todo lo podemos controlar y que vivir una vida indigna, cargada de miedos racionales e irracionales no es vivir. Pero a ver qué político se sube a la tribuna y anuncia que abrimos colegios y que ya veremos si san Pedro nos bendice€ Así es que todo son comisiones, previsiones, posibilidades y apelaciones a los expertos€que los hay de toda clase y color, lo que no deja de ser una manera laica de bendecirnos. Ciclogénesis de dudas.