Llega el 9 de octubre más complicado de nuestra historia reciente. Llevamos 6 meses de pandemia. Una pandemia que está haciendo estragos tanto en la salud de nuestro pueblo como en la economía de nuestra tierra. Una crisis sanitaria que, al mismo tiempo, nos ha puesto a prueba como pueblo una vez más.

Las valencianas y los valencianos hemos pasado por numerosas adversidades a lo largo de nuestra historia. Desde la riuà de 1957 hasta la DANA de 2019, pasando por largos periodos de represiones brutales. Tanto en el franquismo como en la terrible masacre perpetrada por Rafael Primo de Rivera en 1869 contra los primeros republicanos valencianos. Una larga historia de adversidades, dificultades y catástrofes que golpearon con dureza pero que nos hicieron más fuertes como pueblo.

Estamos a las puertas del 9 de octubre más doloroso y extraño de los últimos años en el que la fortaleza institucional de la Generalitat gobernada pel Botanic se ha hecho más necesaria que nunca. A muchos periodistas, tertulianos y opinólogos les gustó mucho utilizar las gestiones de Corea del Sur y Singapur en marzo para que fueran un ariete contra el gobierno de coalición. Allí eran ejemplo de buena gestión. Pero no han dicho nada de la gestión sanitaria valenciana pese a que estamos demostrando ser no solo eficientes, sino vanguardia. Somos el territorio con menor incidencia del virus en la segunda ola, con mejores protocolos escolares y estamos siendo uno de los territorios que mejor está capeando el temporal económico: tercera comunidad donde menos ha bajado el paro en septiembre de 2020. Seguimos, per, sin bajar la guardia.

Unos hechos que prueban una buena gestión: previsión, aprovisionamiento de material y planificación.Hoy nadie se atreve a contraponer la gestión madrileña de la derecha contra la gestión botánica. Mientras la capital continua sumida en su propio caos institucional, político y sanitario, aquí consolidamos y fortalecemos las medidas y actuaciones para seguir haciéndole frente al virus y a la situación económica. Tampoco Catalunya puede darnos lecciones. Los gobiernos autonómicos que han estado enfrascados en una lucha identitaria eterna han demostrado una incapacidad manifiesta para lograr proponer y proteger a su ciudadanía.

Llevamos muchos años entre dos tensiones: una tensión unilateralista liderada por Catalunya y una tensión centralista liderada por el PP, C’s y VOX, con capital en Madrid. Dos tensiones que ya han chocado frontalmente y que han demostrado cierta impotencia a la hora de transformar España.

Entre estas dos tensiones ya está naciendo la vía valenciana. Las valencianas y valencianos, muchas veces, no terminamos de creernos nuestra propia potencialidad política. 20 años de gobierno del Partido Popular han hecho mella en la moral de nuestro pueblo: subordinación a las elites madrileñas, periferia económica, corrupción institucional. Pero desde 2015 hemos vuelto a tener País Valencià; reparando aquellas instituciones destrozadas por el PP para ponerlas al servicio de la gente. Hemos logrado levantar de nuevo nuestro territorio y también hemos demostrado un liderazgo capaz de conducir a nuestra comunidad hacia la referencialidad en la gestión de la pandemia.

Hubo un momento en el que València tuvo el lugar que se merecía en España. Durante la II República, València fue capital. En el peor contexto posible, en la peor situación posible. No fue una casualidad que se escogiera la ciudad de Valencia para albergar al gobierno republicano. Hay un hilo republicano valenciano propio. Un hilo que se remonta al siglo XIX, cuando los republicanos se hicieron con las alcaldías de Valencia, Alicante, Castellón y Alcoi en las municipales. Un hilo que pasa por uno de nuestros más queridos emblemas: Blasco Ibáñez, republicano y federal y que continúa con las enormes movilizaciones ciudadanas de la transición.

La huida del rey emérito el pasado mes de agosto ha puesto de manifiesto la caducidad de la monarquía parlamentaria surgida de los acuerdos del 78. Un diseño institucional que en su plasmación ha ahogado a una autonomía como la nuestra. La infrafinanciación valenciana responde antes a una arquitectura institucional fallida en su desarrollo que a un gobierno en particular.

Aquí es donde vuelve a aparecer con fuerza la centralidad que puede y debe ocupar la Comunidad Valènciana. Hemos sido ejemplo de una regeneración institucional en nuestro ámbito de autogobierno. Pero podemos y debemos ir mucho más allá. Tenemos no solo la capacidad política sino también la responsabilidad ciudadana de ponernos al frente de la modernización de España. A diferencia de otros lugares, nosotros nunca nos hemos desentendido de lo que ocurre en el resto de nuestra península. Somos fraternos y solidarios con el resto de naciones que componen España. Cuando pedimos una reforma del sistema de financiación no solo lo pedimos para enmendar el maltrato al que nos somete Madrid, sino para enmendar el conjunto de agravios que sufren las comunidades autónomas de toda la geografía española.

Solo un federalismo republicano será capaz de cohesionar territorialmente nuestro país y hacerlo avanzar. El País Valencià tiene las herramientas necesarias para lograr impulsar desde aquí un nuevo rumbo que nos permita no solo una regeneración institucional completa sino también que dote de las herramientas necesarias al conjunto de gobiernos para un relanzamiento económico tras la pandemia. Un relanzamiento que proteja a las mayorías, genere riqueza y amplíe derechos.

Estamos ante un 9 de octubre anómalo, pero es el primer 9 de octubre que debemos rellenar de contenido republicano valenciano. Estamos en un proceso de recuperación del protagonismo económico y político en España. Es la hora de traducirlo y darle una salida constituyente para avanzar hacia la modernización completa de nuestro país.