Necesitamos 5.000 millones de dosis al año para inmunizarnos del virus a nivel mundial porque la humanidad sólo superará la pandemia si salimos todos juntos. El SARS-CoV2, el virus que causa la covid-19, no conoce de fronteras. Por eso, asisto atónita al debate de quienes quieren llevar el nacionalismo a la estrategia de vacunación. Ningún país, ninguno, saldrá solo de esta pandemia. Además, la aparición de nuevas cepas y mutaciones sólo serán controladas si científicos, laboratorios y gobiernos actúan y cooperan coordinadamente.

El desarrollo de las diferentes vacunas es el principio del fin. Pero es sólo eso, el inicio. Es necesario producir esos miles de millones de dosis de vacunas al año para atender la demanda mundial y la competencia feroz entre los gobiernos y la avidez de beneficios de los laboratorios no puede marcar la estrategia de vacunación.

La UE ha cometido errores como ha reconocido la propia presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en su brillante alocución del pasado 10 de febrero ante el Parlamento Europeo. Pero también aciertos. Sin duda, la compra conjunta de vacunas a nivel europeo y su distribución equitativa a todos los Estados miembros a la vez, lo es. Entonar el ‘mea culpa’ ante algunos de los errores cometidos y explicar las medidas correctoras diseñadas y puestas en práctica, lejos de desgastar a la presidenta Von der Leyen, le ha servido para recuperar credibilidad y parte de la confianza que había perdido. Una táctica que harían bien en asumir otros políticos.

El proceso de autorización de la Agencia Europea del Medicamento ha sido relativamente lento respecto a otros reguladores, el poder de compra no se ha utilizado eficientemente por la Comisión ante compañías como AstraZeneca y ha habido una mala gestión de las expectativas por parte de todos, especialmente por parte de las compañías farmacéuticas.

Nos creíamos que una vez conseguido lo más difícil, las vacunas que se han autorizado en un tiempo récord, tendríamos a nuestra disposición todas las dosis necesarias. Pero producir vacunas no es como fabricar tornillos. Es un proceso muy complejo que implica cadenas de valor muy especializadas, que requiere más de 400 componentes, laboratorios muy especializados y personal muy cualificado para su elaboración. En la actualidad, existen muy pocos centros en el mundo donde se pueden producir vacunas y es vital aumentar la capacidad de producción mundial. Creo que la solución no pasa por crear una farmacéutica pública, sino por diseñar una estrategia global para responder a una pandemia global que requiere de una vacunación también global.

Verdaderamente, los virus no entienden de fronteras. La iniciativa Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que se sumó la Unión Europea y que pretende garantizar que las vacunas lleguen a los países más desprotegidos, es un pequeño halo de esperanza, pero ni de lejos suficiente.

La economía global tal como la entendemos, con cadenas de suministro y una demanda de productos, servicios y trabajo internacionales, facilitan que las enfermedades de los países pobres se extiendan a través de las fronteras de los países ricos, y viceversa. Un artículo del Peterson Institute for International Economics explica que la no inmunización de la población mundial costará a los países ricos entre 10 y 100 veces el dinero que supondría ayudar a vacunarse a los países en vías de desarrollo. Así que, tanto por razones humanitarias como por razones económicas, hay que ayudarles.

La única solución para hacer frente a esta pandemia y sus terribles consecuencias es aumentar exponencialmente la producción global de vacunas. Necesitamos apostar por el multilateralismo. Tenemos la OMS, pero también el G20, que sienta juntos a la mesa a la Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia y la India, cuyo Instituto Suero puede fabricar cientos de millones de dosis al año.

La Unión Europea ha demostrado que sabe aunar esfuerzos. La estrategia de compra centralizada, aunque con errores, es un éxito que ha evitado una batalla campal por las vacunas entre países europeos. ¿Dónde estaríamos ahora si no hubiéramos planteado esta estrategia?

Es el momento de extrapolar esta solidaridad transnacional a todo el mundo porque sólo por medio de una estrategia mundial de vacunación evitaremos un mercado persa, como ya vimos en la primera ola de la pandemia con el acopio de material sanitario.

Las epidemias no conocen de fronteras. O actuamos globalmente y de manera coordinada para inmunizar cada rincón del mundo, o todos seguiremos siendo vulnerables ante el coronavirus y sus mutaciones. Y tampoco habrá recuperación económica.