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Marta Gándara

La ley de la calle

Quizá sea fácil llenar de nada el mundo. Dejar que los días sucedan, creer que de verdad vas hacia alguna parte, que sigues las normas, que lo que haces y dices importa. Que no eres un mediocre más, que la persona que te mira quiere mirarte, que esa persona te ve de verdad. Sin embargo, como decía Coppola en “La ley de la calle”, de vez en cuando encuentras una persona con un concepto del mundo diferente, con una percepción aguda de la realidad que no le convierte en un loco, pero que otros utilizarán para volverle loco.

Hace poco vi un capítulo de la serie Euphoria, “Trouble dont last always”. No había visto la primera temporada porque tengo tres hijos de esas edades y cuando lo intenté, físicamente fui incapaz. En cambio, este capítulo en concreto, lo empecé para ponerme a prueba y acabé rebobinándolo en bucle. Es una conversación en un bar de carretera entre la protagonista, una adolescente drogadicta, y su mentor en narcóticos anónimos. Cincuenta minutos de conversación, solo y todo eso. Hablan de dependencia, de ansiedad, de no encontrarse, de estar muy perdido, de la vida. En un momento el mentor le dice que si ella reincide una y otra vez en sus adicciones es porque se ve a sí misma como un despojo, que no lo intenta porque cree que no hay un más abajo, ni tampoco nada arriba; porque un despojo no mejora ni empeora, un despojo no cambia.

La verdad es que no recuerdo bien si decía todo eso o solo lo escuché de mi cabeza. Esos pensamientos que crees que asocias con lo que sabes de la vida de otras personas aunque realmente lo asocias con lo que sabes de ti.

Por suerte, apunté alguna frase: “Cuanto más tiempo te creas que no vales, peor te pondrás. Porque cada vez que hagas algo imperdonable pensarás, para qué cambiar, no soy más que un despojo, así que seguiré igual. El creer que no tienes perdón te permite seguir haciendo lo mismo sin cambiar nada. Y que haya tanta gente por ahí pensando que el perdón no existe, acojona.”

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