Recientemente, el secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, tuvo que salir en defensa del paisaje de les Terres dels Alforins, también conocida como la Toscana valenciana, por la posible instalación de placas solares en el territorio comprendido entre las localidades de Moixent, Fontanars dels Alforins y la Font de la Figuera.

Para justificar esta actuación, la secretaria autonómica de Emergencia Climática y Transición Ecológica (denominación que se las trae aunque no es objeto de esta reflexión) se escuda en el Decreto Ley 14/2020 de Medidas para acelerar la implantación de instalaciones para el aprovechamiento de las energías renovables por la emergencia climática y la necesidad urgente de reactivación económica.

Como dice Miguel Francés, la denominación Terres dels Alforins enmarca un territorio histórico que ha practicado una agricultura mediterránea de secano desde tiempos inmemoriales en un lugar aislado, en la parte occidental de las comarcas de La Costera y La Vall d’Albaida. El triángulo paisajístico entre Les Alcusses de Moixent, las zonas próximas de La Font de la Figuera y La Vall dels Alforins conforman una geomorfología particular. Este territorio sigue manteniendo un gran valor agropecuario y de riqueza medioambiental. La viticultura se ha practicado aquí desde los primeros asentamientos poblacionales establecidos en la península ibérica.

El actual nombre de Terres dels Alforins obedece a la iniciativa de la Societat de Viticultors i Productors de Terres dels Alforins, que ha querido recuperar este legado histórico para convertirlo en un paisaje cultural, donde la agricultura tradicional y ecológica, a partir de las variedades históricas de la viticultura, sea el eje principal para rehabilitar costumbres y usanzas del pasado con la ayuda de la transferencia de conocimiento y tecnologías contemporáneas.

Tal vez, los primeros paisajes de viñas valencianas nos llegaron de la mano de los fenicios y los iberos. Poblados como los de Benimàquia en Dénia, el Campello, la Monravana en Llíria, o La Bastida de Moixent, entre otros, serían un buen ejemplo de ello. La zona de Els Alforins tiene una larga presencia de los cultivos clásicos mediterráneos en el transcurso de las diferentes civilizaciones. La investigación arqueológica enumera varios asentamientos en la zona desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce. Cabe destacar, no obstante, el yacimiento arqueológico de La Bastida de Les Alcusses como patrimonio o capital de la época ibérica, declarado monumento histórico artístico en 1931. De hecho, la primera constancia documental de la práctica de viticultura en esta zona la encontramos en el poblado ibero de La Bastida de Les Alcusses, hace dos mil cuatrocientos años. Los restos de uva, el instrumental empleado para la vendimia o una variada vajilla para el consumo del vino, son pruebas claras de que la cultura íbera de la zona ya se ocupaba de esta práctica agrícola.

Además, encontramos una arquitectura rural dispersa, de palacios y casas de veraneo (Torrefiel, Torrevellisca, L’Altet de Garrido, Ca l’Àngel, Villa Isidra o Cal Roig) que perduran aún hoy en armonía con el paisaje y con la diversidad arquitectónica tradicional de las antiguas heredades vinculadas al medio y en un frágil equilibrio con el neourbanismo residencial. Heredades y masías que precisan de protección y catalogación para conseguir la rehabilitación y revalorización de un paisaje histórico.

Entre los tres municipios existe una producción vinícola con denominación de origen propia del lugar, conocida como Terres dels Alforins, la cual ejerce un importante papel en la economía local, además de haber desarrollado un turismo de estilo enológico y rural, alternativo al de sol y playa, que sirve como punto de partida para un estudio territorial especial.

Sales Navarro, en su tesis doctoral recoge entre otros, la riqueza de fauna en estas tierras como son las especies de aves que habitan la zona. En las zonas de bosque y matorral contiguo se distinguen, entre otras, el águila perdicera, el autillo, mochuelo, lechuza o el cárabo. Por su parte, entre las más características de los campos de cultivo, núcleos urbanos y áreas de vegetación más dispersa se encuentran el cernícalo vulgar, o la codorniz, muy abundante y frecuente en los campos así como el gorrión común y chillón.

Entre los mamíferos cabe destacar el lirón careto. Entre los carnívoros se destaca el zorro, la gineta; de entre los mustélidos la comadreja y el tejón, aunque estos dos últimos han visto muy reducidas sus poblaciones. Por parte de los félidos se destaca el gato montés. Los herbívoros más notables son el jabalí y la cabra montesa, especies que han visto sensiblemente reducido su número de individuos.

Lo expuesto aquí debería ser suficiente para rechazar estas infraestructuras de ‘transición ecológica’, tanto en este espacio como en cualquier otro que cuente con valores paisajísticos que hay en nuestro territorio. A finales del siglo pasado (el XX) y principios del actual teníamos el problema de las macrourbanizaciones con campos de golf;¿ ahora va a ser la transición ecológica la que nos va a amenazar?. Esperemos que la sociedad civil, más que la política, esté vigilante a estas infraestructuras. Hay que buscar alternativas menos agresivas con nuestros paisajes.