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Martí

Valencianeando

Joan Carles Martí

La quinta de la AstraZeneca

La vacunación masiva reencuentra a todo un colectivo híbrido que tiene en común su año de nacimiento, nada más y nada menos

El inicio hace una semana de la vacunación masiva con AstraZeneca en el Museo Príncipe Felipe.

Rafael Tabarés

Lo mejor de la vacunación masiva es darse cuenta qué mal están los de tu generación. Eso se lo escuché a un inoculado que estrenó la semana pasada el vacunódromo de Calatrava. Y pensé que eso mismo comentarían otros de él. El sarcasmo demuestra la necesidad de respuesta colectiva en las catástrofes. La presión de esa cosa tan etérea que llamamos expertos ha llevado incluso a nombrar un comisionado presidencial en salud mental, nada menos. Eso pasa cuando se gobierna a golpes de titulares, pero con toda mi admiración a Rafael Tabarés, catedrático de Psiquiatría de la Universitat de València, los contribuyentes necesitamos menos postureo y más refuerzo de las áreas esenciales. Porque la psiquiatra es una especialidad médica dedicada al estudio de los trastornos mentales de origen genético o neurológico, como recuerda Carl Jung -«proceso de individuación»- en su reciente autobiografía. O sea, más particular que comunal, así que hubiera sido más acertado buscar una persona con mayor bagaje en comportamiento social, o mejor todavía, encargar el proyecto a los responsables de las áreas de salud, que disponen de una apreciación exacta de como está el percal. Como fan confeso de Woody Allen, antes y ahora más, profeso un respeto reverencial por la psiquiatra. Fui un lector de la obra y los artículos de Isa Tròlec, el seudónimo de Joan Baptista Mengual, psiquiatra-escritor que nos dejó cuando no había cumplido la cincuentena. Pese a su dedicación pública, en la universidad y la administración sanitaria, mantuvo su consulta en el centro. Su peculiar humorada de La Marina -nació a los pies de la Serra de Segària- la trasladó a dos novelas fundamentales para entender la recuperación literaria de los setenta, ‘Ramona Rosbif’ y ‘Mari Catúfols’.

Hiperrealismo.

Ahora que el fenómeno ‘Noruega’ llena de esperanza y satisfacción a las nuevas generaciones lectoras, es necesario recordar que ‘Ramona Rosbif’ de Isa Tròlec fue un libro de gran éxito, con diez ediciones entre 1976 y 1999, que lo ha hecho uno de los libros más vendidos en la historia de la editorial Tres i Quatre. Una ficción genial, donde la protagonista aterriza desde el aristocrático condado inglés de Middlesex a un pueblo que podría estar en L’Horta, La Safor o La Marina. Un libro de sana ironía donde Ramona, hija de capellán, termina siendo condesa inglesa, beata valenciana y muchas cosas más. Isa Tròlec junto con Amadeu Fabregat, Josep Gandia Casimiro, Ferran Cremades, Josep Lozano, Josep Lluís Seguí o Ferran Torrent abrieron el camino de la novela urbana en el último cuarto del siglo pasado, despojando a la narrativa valenciana de ese olor a naftalina donde algunos la querían conservar. Conquistando además para siempre un lenguaje actual, inteligente y cáustico que nos hace cómplices con el entorno. Fueron por delante de las academias, las que ya estaban y las que llegaron después. Por cierto con 76 años, Mengual ya habría completado al cien por cien su vacunación covid-19 con las dosis de AstraZeneca.

Ocasiones.

Sanitat dijo ayer que citará de nuevo a las personas de entre 60 y 65 años que por cualquier motivo no pudieron acudir a su primera cita para la primera dosis de la AstraZeneca. Así que en las próximas semanas recibirán otro aviso para sumarse a la Quinta de la AstraZeneca, una etiqueta que debe sumarse a los estudios sociológicos en la misma categoría que la mítica Quinta del Biberón que tanta y buena literatura ha generado, igual que la Quinta del Porro, bautizada así en la genial comedia de Francesc Bellmunt sobre el servicio militar obligatorio. Eso de la clasificación por quintas oculta en el fondo la solidaridad de pertenencia a un colectivo tan heterogéneo al que solo le une el año de nacimientos. Una quimera que desapareció con la mili y vuelve con la pandemia. Así que una quedada sanitaria en la Ciutat de Calatrava puede ser el mejor antídoto contra el vigente consumismo sentimental tan virtual.

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