“Llegan y sueltan la bomba de gente” generando un “impacto negativo en barrios”, como el sufrido “maltrato al barrio de Nazaret” declara Francesc, de veintiún años, integrante del movimiento internacional Fridays For Future Valencia y presente en la concentración “Stop Cruceros” junto al edificio del Reloj en el puerto de Valencia en protesta “contra el modelo extractivista de turismo” planeado también para Valencia. “¿Hasta cuándo va a aguantar eso?” pregunta Rafa de veintiséis años perteneciente al grupo local del movimiento social Extinction Rebellion (Rebelión o Extinción). “Están reproduciendo el mismo modelo de antes de la pandemia”, añadía Cinthya, joven activista del mismo equipo.

¿Acaso se precisa un cerebro privilegiado en economía para comprender que la avalancha crucerista “no aporta nada a la economía de aquí”? como apuntaba Esther, otra joven de XR (Extinction Rebellion). Simplemente es un apabullante tráfico de personas insertas en el destructivo binomio contaminante de cruceros y aviones. ¿De qué sirven dramáticas experiencias ocasionadas por un sistema ecocida, consumista y avasallador?

“El Mar Menor es un mar que no cierra en invierno, sino que permanece abierto todo el año. Su situación de cruce en los caminos que de Levante llevan a Andalucía podría hacer que por sus orillas discurriera la creciente y numerosa ola de turismo que cada año llega a España”, publicaba a finales de ¡mil novecientos cincuenta y ocho! cierto rotativo de ideología falangista en artículo firmado por el murciano Salvador Jiménez, patentizando el plan de la dictadura de explotar sol y playa abriendo fronteras para no quedarse sin apoyos internacionales. Explotación del sector turístico basada en favorecer a personas del régimen con carta blanca para especular creando imperios perdurables, tanto inmobiliarios como de transporte. “¿Quiénes han acabado con el mar Menor?” preguntaba Greenpeace en dos mil diecinueve.

Personas con camisetas negras de Grau Port, Ecologistas en Acción, vecindario de zonas lindantes y la Comisión Ciutat Port defendieron la salud del mar, de la ciudad, de la biodiversidad, del bienestar económico real, del medioambiente, de la ciudadanía. “Después de haber vendido el Valencia a los chinos ahora quieren hacer lo mismo con el puerto,”, manifestaba Julio, de sesenta y ocho años. Navieras y conglomerados empresariales asiáticos lideran el top de buques portacontenedores codeándose con alguna firma francesa y la perla danesa. En astilleros, las medallas de oro, plata y bronce se reparten entre coreanos, chinos y vietnamitas. ¿Y en remolcadores? Boluda Towage ondea en la cúspide con trescientas setenta naves repartidas por los fondeaderos del mundo. “Deberían ser los ayuntamientos y las comunidades autónomas las que gestionaran y dirigieran los puertos”, responde el abogado y empresario naviero Vicente Boluda Fos a Juan Zamora en su entrevista para el diario online Naucher Global el año pasado. ¿Instituciones más maleables?

El sexagenario miembro de la Asociación de Vecinos y Vecinas de Nazaret, tocado con un sombreo de paja, añadía: “Los puertos compiten por quitarse la clientela; traer la cerámica de Castellón para ahorrarse el baipás, que le hagamos un acceso y se lo paguemos”. ¿Qué nuevo ardid se dispone de cara a la población? “No puede ser que se esté gestionando tan mal, la terminal de cruceros está en el dique norte ahora y estará en el sur, en la terminal de la Unión Naval”.

¿Nadie frenará la contaminación que se avecina? Detritus orgánico y emisión de materias tóxicas continuadas, sin olvidar que los cruceros no se paran al estar en puerto, “allí mismo había uno encendido” apuntó Sara de Friday For Future señalando una zona del puerto. ¿Dónde la tan cacareada ganancia para Valencia? Recordar que el pasaje “lleva una pulserita de todo pagado a bordo” y esas riadas de personas no visitan museos, ni consumen en la hostelería local, ni compran en tiendas, simplemente abordan en manada “espacios públicos que necesitamos la ciudadanía”.

Impacto sonoro, eléctrico, del agua, en playas y dunas, alteraciones de todo tipo ocasionadas por objetivos descomunales de explotación en los que el futuro a corto plazo no tiene buen pronóstico. En Venecia estudian “como sacar el arte” a flote comenta Miguel Ángel, de dieciocho años, que, sosteniendo su bicicleta, se ha manifestado junto al resto de activistas XR. Venecia, engendrada al unir islas de lodos y juncales ligados por muros y puentes, se levantó sobre plataformas sobreviviendo durante siglos. “El Adriático, es hoy extremadamente conocido. Entre Rimini y Dubrovnik hay pocos secretos y demasiados turistas” es la sentida descripción realizada por el historiador y escritor austríaco Hermann Schreiber en su ensayo El otoño dorado de Venecia. El fangoso fondo de la incomparable ciudad, removido constantemente por la chifladura adocenada que piratea sus bellezas va dejando de soportar cimentaciones.

“Con la revolución de Túnez, empezaron los cruceros con destino Valencia”, sintetiza Víctor, de treinta y nueve años. Aquella escala se cerró forzando el buscar alternativas para el turismo masificado, tomando por asalto, a precios y alianzas convenidas, las islas Baleares y València. “¡Va a ser la ciudad la que sufra!” con este “modelo equivocado” de turismo.

“¿Qué empresas se quedarán con los beneficios?” vuelve a intervenir Rafa resaltando que de ninguna de las maneras “pueden decir que somos una ciudad cuidadora”. ¿Es factible conseguir resultados contra la vorágine que se acrecienta? “De cara a la gente sí es una lucha necesaria” dictamina Víctor conocedor del sector y una de las actuales cincuenta y cuatro personas integrantes de XR Valencia, equipo nacido hace un año y plenamente conectado con cuantos colectivos trabajan en “luchas de territorio”, tal como declara Cinthya. Parte del cometido es “generar un poco de debate y meter un poco de presión” agrega Rafa.

“Somos los futuros habitantes, ¿qué nos va a quedar en nuestra ciudad?”. Sara de dieciocho años, tras realizar su actuación vestida de novia en el espacio portuario, recordatorio del mecanismo publicitario utilizado para vender el idílico paquete de viaje de boda y crucero, no se arredra reclamando: “¡Que se frenen la ampliación del puerto y los cruceros!”. Pero como tristemente declara Miguel Ángel: “Creo que la gente lo ve como que no va con ellos (ellas)”. ¿Por qué? ¿Acaso es suficiente consumir y debatir controversias cotidianas o inducidas?

“La completa desmovilización de la sociedad española, una de las más perdurables y peligrosas herencias del franquismo. Mantenida en una eterna adolescencia, la sociedad ha sido manipulada al antojo de los (las) políticos, sin que nadie se haya preocupado por ayudarla a madurar confiándole actividades públicas monopolizadas por el Estado. Esta es una de las apuestas de la España del siglo XXI, la de resucitar la sociedad civil, destruida por la guerra y la dictadura, e incorporarla al diario quehacer de la nación”, opina el ¡jesuita! Fernando García de Cortázar en Historia de España.

“El turismo de masas es de suicidio, no me vale como excusa el desarrollo económico que expulsa a los propios habitantes”. ¿Qué barruntan quienes manejan estos y otros muchos aterradores proyectos? Víctor pide que pongan los pies en el suelo “que vengan aquí y que se alquilen un piso y que aguanten”. “¿Cuándo dejarán de decir que es bueno para la economía local? Lo normal es que se vayan a un McDonald´s y se vuelvan” al barco, afirma Esther, otra militante de XR de veintisiete años.

¿Existen cazafantasmas que identifiquen y atrapen cuanto se trajina por los ocho mil kilómetros de costa española? “Europa devendrá ella misma, es decir, lo que es en realidad: un pequeño cabo del continente asiático”, sentencia en La crisis de la mente, escrito datado a principios del siglo veinte, el ensayista francés Ambroise-Paul-Toussaint-Jules- Valèry.