Opinión | Trenet a Vallejo

Un domingo cualquiera

Hacerse mayor es asumir quién somos en cada momento. Y el último domingo me dice que me busque otras aficiones

19.30 horas. Enciendo el ordenador en un arrebato de optimismo y me pongo a escribir. Es un domingo cualquiera, el Zaragoza empata su partido ante el Burgos al filo del descanso y yo pienso que aún hay esperanza. Eso es lo que nos ha hecho este Levante: pasar los domingos de Fira del Llibre en casa, con nuestra esperanza depositada en que tipos que se llaman Curro o Peque no tengan su mejor día, a la espera de un milagro múltiple.

19.47 horas. [El Burgos hace el 1-2 en la Romareda en el segundo 22 de la segunda parte.] Pienso en un reportaje que escribí hace unos años. «La rebelión de los modestos es económica». Sigue vigente. Mientras la Romareda agoniza entre la incompetencia de su clase dirigente, mientras al Espanyol se le atraganta el Vietnam de la Liga Hipertensión, mientras todos los históricos del norte acumulan temporadas en Segunda... Mientras todo eso ocurre, el Alavés se acomoda en Primera, el Eibar vuelve a enseñar los dientes y en Girona el dilema es hoy si la Champions se podrá jugar en Montilivi o deberán exiliarse. Equipos de barrio, de provincias poco pobladas y de ciudades dormitorio son la nueva clase media de la Liga. El Sevilla sufre, el Celta sufre, el Valencia sufre. Como el Sporting, Racing, Oviedo. Los históricos sufren y sufren. El control financiero, el reparto de la televisión y los nuevos modelos de gestión han provocado un desplazamiento silencioso. Los humildes ocupan el espacio de equipos que tienen tras de sí toda una ciudad, pero carecen de un buen contable. Ese es el tren que ha dejado escapar el Levante. Ese es nuestro drama.

20.01 horas. [El Alavés marca en Mestalla, 0-1. Me paso a la lectura.] Ricardo Dudda no es un futbolista brasileño sino un escritor prometedor que ha publicado un libro magnífico. ‘Mi padre alemán’ es un retrato familiar que cuenta una historia de Europa. El protagonista es su padre Gernot, un hombre al que la historia le quitó el país en el que había nacido, que debe ser algo así como que te roben el equipo de fútbol. Nació en Prusia, poco antes de la Segunda Guerra Mundial, y pasó una infancia de refugiado. A Gernot le movieron las fronteras. Lo que era Prusia fue troceado: una parte polaca, otra Soviética, y más tarde, integrada en la Alemania oriental. Por decreto administrativo, Prusia dejó de existir. Como la infancia marca el carácter, Gernot se convirtió en un culo inquieto y acabó en España. Pienso que la vida, en realidad, consiste en adaptarse a fronteras en constante movimiento. Es una metáfora útil: cada día nos mueven las fronteras. A veces esas fronteras son físicas, cuando te ves viviendo en otro barrio o trabajando en otra ciudad. Otras veces te mueven las fronteras mentales o sociales. Cambia lo que es correcto decir; cambia cómo se espera que nos comportemos; cambia lo que nos hace sentir. Y casi siempre cambia para bien.

20.37 horas. [Enciendo la tele, y el Leganés se aferra al liderato con gol en el 93 de Franquesa.] Al Levante también le han movido las fronteras, aunque no nos queramos dar cuenta. Ha pasado del centro a la periferia. Ya no es aspirante obligatorio, ni temido, ya ha sido deglutido por el pelotón de los bien gestionados que, por qué no, sueñan también con su ‘momento Levante’, su década entre los mejores. Clubs que no han acumulado deuda por no vender, ni han cometido la insolencia de querer competir dos años sin un manual de estilo ni pasarse media temporada sin entrenador. A veces las fronteras se mueven tanto que te devuelven a la infancia. El Castellón regresa a segunda y el Levante empieza a parecerse peligrosamente a la medianía que fue en los años 90. Hacerse mayor es asumir lo que somos en cada momento. Y este domingo en que se nos escapa el ascenso me dice que mejor me busque otras aficiones.