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Tonino Guitian

Sumisión y botas de cuero

Quedaría feo decir, porque hay cosas ‘que sabe todo el mundo’, que ha sido la petición del alcalde de Múnich de iluminar el estadio Arena con los colores del arcoiris la que ha revelado las desigualdades entre los derechos sociales de los diferentes países de la Unión Europea. Lo que sí queda claro es que el hecho no ha saltado a los titulares por la acción de nuestros intelectuales contemporáneos.

Cada cual saca sus motivaciones de donde puede y los que sacan razones y filosofías de su cerebro equilibrado tenemos todas las de perder contra quienes las extraen de su hígado, de su corazón, de sus tripas o de sus cojones. En el caso de Hungría, la cuestión de los derechos de los niños a conocer las posibilidades que se pueden aplicar en el campo del placer sexual o de su represión ha saltado, mal que nos pese, por el pensamiento balompédico que incluye, en su extenso saber, mucho más sobre peinados, complementos, esposas, coches, chalés y vestimentas a la moda que de culto al gastrocnemio o el trocánter.

Las dictaduras comunistas de los países europeos dependientes de la política de la Unión Soviética se apoyaron durante más de 40 años en posturas muy conservadoras en el terreno de la moral proletaria y la sexualidad. Con algo había que sustituir, en aquellos países regidos por la razón y la productividad, las creencias y castigos imaginarios de la Iglesia, como bien sabía Maximiliano Robespierre cuando creó cultos a deidades abstractas y filosóficas durante la Revolución Francesa.

Hacer política con botas de tacos no es una exclusiva de los países donde gobierna la ultraderecha. En España hemos aceptado con gran cordialidad que los futbolistas fueran vacunados antes que las cajeras de los supermercados sin que mediara el menor diagnóstico facultativo de los expertos de la pandemia. Robespierre hubiera acertado de pleno si en vez de procesiones al aburridísimo Dios Supremo de la Razón hubiera dedicado sus esfuerzos a subir a los altares a los forzudos de los circos.

Pero también un país muy avanzado socialmente como Dinamarca ha aprobado recientemente con el apoyo de la derecha una ley anti-inmigración que permite abrir centros para solicitantes de asilo, pero en países fuera de la Unión Europea, mientras sus casos son tramitados. No solo está previsto que los peticionarios aguarden en países como Eritrea o Ruanda la concesión de asilo, sino que una vez aprobada deberían permanecer en esos Estados a cambio de una compensación económica.

Como esta ley no incumbe a los futbolistas, sean de la nacionalidad que sean, ni aporta publicitarias decoraciones multicolores en edificios emblemáticos, usted no se ha enterado, pero es que una vez que se supera la traba médica de vincular pornografía y pederastia con una elección sexual, se puede ascender en la escala de valores represivos en el Estado de derecho como en un ascensor que solo permite la entrada a un selecto número de personalidades.

No son desgraciadamente una novedad las desigualdades políticas y sociales entre los países de la Unión Europea. Lo que pasa es que se juega poco al fútbol para que podamos enterarnos públicamente de todas. Para ello, países como Hungría, Rusia, Polonia, Eslovaquia y la misma Dinamarca deberían dar la vuelta al mundo y jugar partidos amistosos en todos los continentes para dar a conocer sus soluciones para conseguir la pureza social mediante la represión. Desde el año 2015, el problema del reparto de los refugiados se ha ligado a valores cristianos conservadores igual que en los países musulmanes se apoyan en creencias no razonadas para conseguir el mismo fin.

No hay ninguna razón médica ni estética ni de vergüenza nacional que pueda mediar entre tanto absurdo y regenerar lo que la gente cree que es bueno para todos. Lo del pensamiento crítico ya nos han confirmado nuestros jefes que no pasa de ser una nueva modalidad de poesía galante y bucólica donde imaginamos un imposible mundo mejor y que nuestra esquizofrenia también se puede corregir mediante la adecuada psiquiatría conductista porque la única libertad posible para la gente como usted y yo, que manifestamos nuestra opinión abiertamente, es la sumisión.

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