Opinión | REFLEXIONES
Descalabro
Parece que se cumple el viejo adagio de que lo que puede salir mal, saldrá mal. E incluso peor. La pesadilla continúa y ya se añaden los atentados indiscriminados en las afueras del aeropuerto de Kabul con centenares de víctimas.
Pero como no soy experto en la materia, me limitaré a recopilar lo que otros han escrito al respecto. Lo primero que cabe destacar es el chapucero modo en que EEUU ha conducido este asunto. Después de 20 años instalados en Afganistán, bien podrían haber realizado la tarea de repatriación con más sentido común y estratégico. Lo que estamos viendo es un auténtico fiasco cochambroso. Fue un sueño, pero vano. Fuimos a por lana, y hemos salido trasquilados. Un craso error.
Lo segundo que apunto es qué país va a quedar. Lo de que es un asunto interno, siéndolo, como es obvio, no deja de ser un modo de escabullir el bulto y no darse por enterado. Es la realpolitik. Quizá en otras circunstancias, tiempos o lugares, tal cosa tenga que ser así; pero habiendo tenido tanto tiempo la sartén por el mango se me antoja difícil concebir una cosa más chambona. Se podría indicar aquel estribillo de la copla: «Manolete, si no sabes torear pa qué te metes».
¿Qué van a hacer los talibanes? Pues supongo que lo que siempre han hecho: imponer la sharia, que es lo que su concepción religiosa del islamismo les dicta. Y no hay más tu tía. Eso quiere decir que las minorías van a estar muy incómodas; por no decir que pueden ser aniquiladas: crímenes de lesa humanidad. Por supuesto que quien haya sido «colaboracionista» en estos 20 años, y no haya salido por piernas, lo va a tener crudo, y sus familias lo mismo. Naturalmente, la situación de la mujer vuelve a la partida de casilla de comienzo. Regresión total a un barbarismo que no tiene salida, mientras se apliquen los principios antes reseñados.
Quedan otros aspectos por poner de relieve, como la dejación geoestratégica de la zona que, sin lugar a dudas, rellenará China. Ya sabemos que es un actor que no se anda con melindres con eso de los derechos humanos, pues ni en su propio país se respetan, por no pensar que allí el sometimiento al poder es total, por las buenas o por las malas.
Y una última consideración. ¿Cómo nos va a afectar a nosotros? Pues, posiblemente de momento, no notaremos nada especial, aparte de los sollozos y el silencio de los que por cualquier otro motivo banal ponen el grito en el cielo. Pero a medio plazo, me parece que hay un antes y un después. La tercera guerra mundial comenzó con el derribo de las torres gemelas y ahora asistimos al cierre de un capítulo que el porvenir irá desvelando por entregas. Pero sobre nuestras cabezas se ciernen nubarrones oscuros. Y si no espabilamos, las vamos a pasar canutas. Quizá nos venga bien, después de haber destinado nuestros recursos y nuestras vidas a lo más inútil de todo, lo que no vale la pena: vivir lo más confortablemente posible, derrochando a manos llenas. Vienen tiempos difíciles si lo único que nos mueve es la comodidad y el apoltronamiento, que es dejación de nuestros valores más sublimes.
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