En el año 2014 éramos una tierra vencida por la corrupción y las excentricidades. El peor PP de España gripaba a fuerza de imputaciones. Y para desviar la atención, ya sin la manirrota Canal 9, se enviaban cartas a Barcelona exigiendo que TV3 no incluyese a la Comunitat Valenciana en sus partes meteorológicos. Tal era su impulso político en el tramo final. Es hilarante ver a la actual dirección del PP valenciano tratando de resignificar todos aquellos hechos, y los fastos que los precedieron, hasta el punto de reivindicarlos con orgullo. Ahora, como si la envenenada herencia económica que dejaron fuese un simple sueño, juegan a aparentar un tono inmaculado y de alta eficacia gestora, particularmente en los dineros. Una semana el antisanchismo llena la plaza de toros. A la siguiente, el mismo PP de siempre colma la olla de la putrefacción con otro medio centenar de procesamientos.

Pese a todo aquel escándalo sostenido en el tiempo, invertir el momento electoral no fue fácil. El Govern del Botànic nació afectado por la sombra de anteriores gobiernos de izquierda coaligada. Se pusieron como ejemplo las experiencias de Maragall en Cataluña, Antich en Baleares o Pérez Touriño en Galicia. Todos ellos lideraron cambios de ciclo político con una fórmula que se antojaba extraña más allá del ámbito municipal: la cultura del pacto. No soy quién para juzgar si fueron modelos de éxito o no, pero lo cierto es que se les ejemplificó para, acto seguido, augurar un recorrido exiguo al tripartito local. Hoy en día, la Comunitat Valenciana es reconocida a nivel estatal por su equilibrio institucional. En buena medida, la confianza de la ciudadanía en los gobiernos de coalición ha terminado de forjarse a orillas del Mediterráneo. Nuestra tierra exporta hoy honestidad, apertura y sensatez reivindicativa. Ser de aquí está más de moda que nunca, sin etiquetas ni prejuicios.

La eficacia del Botànic es multicausal y cada cual podría aportar su visión. Atendiendo la parte que me corresponde, atribuyo gran mérito al síndic socialista Manolo Mata por la facilidad con la que ensambla intereses contrapuestos. Del president Ximo Puig ya hablan los hechos y las encuestas: referente del socialismo español, del buen tino en la gestión y de la concordia entre territorios, su liderazgo es firme y creciente. Es también elogiable la destreza con la que está pacificando las otrora removidas aguas del PSPV. A la Comunitat Valenciana le toca vivir una buena época con un gobierno progresista. Cabe corregir la infrafinanciación, abundar en la mejora de las infraestructuras y seguir favoreciendo el enorme potencial de nuestro tejido productivo. Y cabe enterrar para siempre las majaderías identitarias con las que la derecha suele tapar sus vergüenzas. “O le votáis u os pego una paliza”, llegó a decir un tal Alfonso Rus en un mitin con Rita, Fabra, Rajoy y el candidato a las europeas Arias Cañete. Qué digna es una sociedad cuando consigue ponerse en pie.