La OMS alerta de que la situación de la pandemia en Europa es de gran preocupación por el aumento de los contagios y las bajas tasas de vacunación en Alemania y Europa Oriental. El pánico ante un posible desabastecimiento agrava el colapso de las cadenas de suministro, y la reacción es tensionar todavía más aumentando la demanda. En el ámbito nacional, el temor de que la ultraderecha se siente en el banco azul del hemiciclo cuando aún quedan casi dos años para las elecciones, aunque nos despertemos con encuestas todas las semanas.

Este estado de alerta, de sentir que caminamos hacia la destrucción de la especie que todavía llevamos pegado en el cuerpo desde la explosión del coronavirus, hará dentro de nada dos años, nos empuja a una visión apocalíptica de los sucesos en lugar de hacia la comprensión de que estamos ante nuevos problemas que necesitan de otras estrategias y nuevas herramientas que, sin duda, encontraremos. Si atravesamos una transformación radical en el neolítico convirtiéndonos de nómadas en sedentarios, creando una economía productora, si recorrimos una revolución científica en el Renacimiento, que sentó las bases de la ciencia tal como la comprendemos hoy día, si hemos atravesado tres revoluciones industriales y estamos inmersos en este cambio acelerado de transformación digital que muchos señalan como el inicio de la cuarta revolución, ¿por qué las transformaciones no se van a seguir produciendo y vamos a ser protagonistas de los cambios con mayor o menos fortuna?

No creo que los avances en la navegación mundial en los siglos XV y XVI para acceder al mercado internacional se hicieran sin sobresaltos y con un reparto igual de pérdidas y ganancias para la población. Cualquiera de las grandes epidemias de la historia de la humanidad además de producir millones de víctimas generaría gran preocupación, pero lo que salvó a otras tantas posibles fue la gran ocupación de esas sociedades en la búsqueda de soluciones de salud pública. Estamos saliendo de uno de esos momentos de convulsión global de la historia que sí estudiarán nuestros nietos en los libros de texto, si todavía existen tal como los conocemos, y arrastramos problemas que venían de una inercia en los comportamientos más los efectos colaterales de esta implosión mundial, pero el impulso transformador necesario no lo haremos desde la preocupación. Ya no podemos ocuparnos anticipadamente de estos cambios, la aceleración en los tiempos es su principal escollo, pero deberíamos poder rebajar el nivel de intranquilidad o temor porque el mejor bálsamo para la angustia anticipatoria es que te encuentre trabajando en ella.