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Marta Torres

Las gafas violetas

Cuando te las pones no hay vuelta atrás. Son mágicas. Sus cristales violetas te muestran todo aquello que, durante toda la vida, estaba ahí delante y no eras capaz de ver. No sólo lo evidente, lo que es tan grave que deberíamos percibir todos sin necesidad de ponérnoslas y que algunos, aún, niegan: malos tratos físicos, malos tratos psicológicos, hombres matando a mujeres que consideran suyas, o a sus hijos, para condenarlas a una tortura todos y cada uno de los días que les queden de vida. No. Hablo de todo lo demás. De todo ese machismo que impregna nuestra sociedad y que permanece ahí, agazapado, escondido. Actitudes e imágenes aparentemente inocuas que son, en realidad, la base sobre la que se sustenta la cara más cruel de la desigualdad entre hombres y mujeres. En sólo una jornada: un anuncio de perfume que para ella es Good Girl y para él Bad Boy, otro de chocolate en el que la madre es la chafaplanes mientras el padre es el divertido que deja a su hijo salir a la calle disfrazado de dinosaurio, la sala de plenos de Sant Josep con trece retratos, todos de hombres, mi café solo, corto y sin azúcar para mi amigo y para mí su capuccino... Eso, sin hacer nada especial, sin buscarlo. A muchos les parecerán tonterías, pero el diablo del machismo que acaba matando mujeres y niños, está en los detalles que sólo dejan ver las gafas violetas.

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