Lo que ha ocurrido en el PP no habla muy bien de la condición humana cuando se pone a tramar en su propia contra. Un partido que ya ha sido fruto de diversas formas poco nobles de entender la política, una organización que ha permitido, una y otra vez, que ocupen puestos de máxima responsabilidad personas que ponen antes sus intereses personales que aquello por lo que dicen están luchando, está abocado a repetir crisis que cuando se cronifican dejan de serlo y pasan a ser una característica propia de la organización.

Lo peor de lo que está ocurriendo es la mala imagen que la política recibe de unos latigazos propiciados por cuestiones personales, ambiciones y complejos. Cada una de estas pulsiones han movido los hilos dentro del partido popular para que su cúpula cayera desmoronada, además en esta ocasión, la velocidad en la que se ha desplomado toda la estructura de poder ha sido realmente llamativa, así como el asombro y la estupefacción del ciudadano medio ante un espectáculo tan inaudito como el que hemos vivido.

El origen de la crisis también forma parte de esas cuestiones que por más analistas que entren a divagar acerca de lo sucedido, no tiene una denominación fácil si descartamos términos como la estupidez, los complejos de inferioridad o el miedo al propio compañero. Hace ya tiempo se acuñaron frases tan explicativas como cuerpo a tierra que vienen los nuestros o para qué necesitamos enemigos teniendo compañeros. Conforme se va conociendo lo ocurrido, comienza a tomar tintes de opereta con unos actores de segunda categoría que no han sido capaces ni siquiera de llegar al final de la representación, han olvidado el guion y se han limitado a salir por el foro.

Ahora toca recomponer, y además tienen que hacerlo a toda prisa, algo que, como todo el mundo sabe, es el mejor aliado de los errores, pero no hay más remedio, estando las cosas conforme están el único sueño para los militantes es que esto pase pronto, se olviden imágenes tan esperpénticas como las que se produjeron en la puerta de la sede del partido, y declaraciones tan confusas y contradictorias que aportan poco en materia de seguridad y confianza, algo que debe de formar parte de la esencia de una organización que pretende gobernar los intereses generales de los ciudadanos.

Además del daño y la mala impresión que trasmite a los ciudadanos acerca de aquellos que se dedican a una actividad tan noble y tan necesaria como es el ejercicio de la política, en este caso hay un fuego colateral, el dibujo del panorama político, posiblemente, deja una parte muy grande de sus haberes electorales en manos de un partido situado en posiciones ultraconservadoras, algo que, sin duda, viene a dificultar la gobernabilidad en un futuro próximo.