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Martí

El centenario de Casa Carmela

Cuatro generaciones alumbran la historia del restaurante favorito de Blasco Ibáñez y novelado por Manuel Vicent en ‘Tranvía la Malvarrosa’

Casa Carmela

Las noches de luna alta son vampiresas. En la mar, las veladas brillan con luz propia y el paseo marítimo acoge grupos que cenan a la fresca y según el viento hasta escuchan los conciertos de la Marina. Ahora que los telediarios dedican todo el tiempo a hablar del ídem, la conexión con València es obligatoria. Y aunque se ve que el locutor está justo detrás del antiguo balneario de Las Arenas, dice: «aquí en la playa de la Malvarrosa...». Por arte mediático, toda la playa norte del Puerto ha pasado a ser la Malva-rosa, y no por un merecido homenaje a la novela de Manuel Vicent, sino por simple ignorancia geográfica. Ya se pueden esforzar las asociaciones del Cabanyal por reivindicar el nombre de su trozo de grao, o la junta consistorial por quedar bien con el Canyamelar, que es batalla perdida. Los nombres no hacen la cosa, pero ayudan, o no, como nuestra denominación autonómica, que después de 40 años solo se reconoce como ente administrativo. Sin gentilicio no hay pueblo ni paisaje.

Inicios.

La extensión de la playa de la Malva-rosa va desde el final de la avenida dels Tarongers, justo al lado del hospital del mismo nombre, hasta la acequia de Vera, pocos metros más allá del chalé de Blasco Ibáñez, que además marca el límite de la ciudad con la Patacona, la playa de Alboraia. Pues justo al lado de la casa estival de don Vicent está Casa Carmela, el restaurante que cumple cien años, que lo celebró por todo lo alto el sábado, día de la Mare de Déu del Carme. Uno de los pocos locales de la playa donde todavía se puede ir a pedir un arroz en condiciones durante todo el año, y donde el trato es familiar. Cuatro generaciones de calidad contrastada. Como cuenta Toni Novo, el actual propietario, Casa Carmela era una barraca que servía de cambiador a los contados bañistas ocasionales. Su bisabuelo, José Belenguer, recorría todos los días de verano la huerta de Vera, para dar algo de comer a los turistas. Era 1922 y a aquel próspero negocio le puso el nombre de su mujer, su bisabuela, Carmen.

Cliente ilustre.

El éxito fue tanto que el tío Toni y Lola ‘la rialla’, los hijos de los fundadores, empezaron a dar comidas. Criaban sus propios animales en el corral trasero, las verduras y las frutas eran de la huerta propia de Vera y el pescado lo traían las barcas. Entre los clientes fijos estaba el propietario de la villa vecina, Vicente Blasco Ibáñez. Durante las décadas siguientes, en verano y por las noches, corrían las bandejas por la terraza con los mariscos, los arroces marineros, la caragolà, las ensaladas de pimiento y mojama.

Tercera generación.

En los setenta, Lola y Carmen, la madre y la tía de Toni Novo casadas con Alfonso y Jesús, tomaron las riendas del negocio, se reformó el local y se construyeron los paelleros a leña. La paella se hacía, igual que hoy, una por mesa, con la capa de arroz muy fina y el socarrat, ahumado por el fuego de la leña, en su punto. Novo está al frente de Casa Carmela desde 2011, donde mantiene el sabor auténtico de las paellas a leña de su bisabuela, con lo mejor del mar y de la huerta. Además, la paella cumple el ritual de compartirse en el centro de la mesa. «Mi reto cada día no es solo preparar unas 25 paellas a leña en cada servicio, es, sobre todo, hacerlo sabiendo que cuatro generaciones de mi propia familia me alientan para que al comer en Casa Carmela siga siendo una experiencia deliciosa y, si puede ser, única».

‘Tranvía a la Malvarrosa’.

«Por la tarde nos fuimos paseando hasta el final de la playa. (…) Pasando la línea de los chalets al final de la playa estaba Casa Carmela junto a una villa pompeyana que era del escritor Blasco Ibáñez, aunque estaba medio abandonada después de haber sido incautada por la Falange y en ella campaban juntos los últimos Flechas Navales y los primeros gitanos. Bajo el cañizo de Casa Carmela sirviéndose de una silla de enea como caballete Julieta comenzó a pintar y juntos tomamos unos caracoles de mar y mejillones». Palabras de Manuel Vicent.

Toni Novo con su madre Lola, y sus tíos Carmen y Jesús; y abajo toda la descendencia de un siglo.

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