El verano es tiempo de descanso, pero un poco menos para los políticos cuando hay elecciones a la vista. A la vuelta de vacaciones quedarán apenas ocho meses para que comience oficialmente la campaña de las municipales y autonómicas. El nerviosismo empieza a notarse, se hacen quinielas de entradas y salidas, y las encuestas de intención de voto se miran ya con lupa.

Los socialistas afrontarán un otoño con olor a primarias, pero salvo en alguna agrupación, la continuidad será la norma. Desde luego, nadie cuestiona la candidatura de Ximo Puig, todo un milagro en la política de hoy. Tan solo los nubarrones familiares podría aguarle el camino. Otra cosa distinta es la ciudad de Valencia, donde Pedro Sánchez busca un golpe de efecto y está midiendo la posibilidad de poner como cabeza de lista a la ministra Diana Morant. Sería una bofetada para la vicealcaldesa, Sandra Gómez, que está trabajando para ser alternativa al PP y a Compromís.

Los populares valencianos también tienen claro su candidato; ahora bien, deben potenciarlo con urgencia. Aunque Carlos Mazón es de sobra conocido en Alicante, Valencia y Castellón siguen siendo asignaturas pendientes para él. Como ocurre con en el resto de formaciones, el resultado en la capital, donde la candidatura de María José Catalá es firme, será clave. Bajar al ruedo y pisar la calle es prioritario, amén de movilizar a su propia militancia.

Vox no puede repetir su ‘error andaluz’. Está obligado a apostar por el modelo de Castilla y León, que le otorga el privilegio de gobernar. José María Llanos ha sido hasta ahora su cartel. Hoy cobra fuerza su relevo, y se barajan nombres como los de Ignacio Gil Lázaro y David García. No son los únicos. En cualquier caso, su éxito dependerá, en buena medida, de su candidato en la capital, donde hoy sólo cuenta con dos concejales. Repetir resultado sería un descalabro: querría decir que el PP ha aglutinado el voto de Ciudadanos y que ha logrado repetir el ‘efecto Juanma Moreno’.

Compromís, por su parte, está obligado a reaccionar ante el golpe sufrido por la dimisión de Mónica Oltra, su estandarte electoral indiscutible. Por otro lado habrá que ver si el partido de Oltra, Iniciatives, no entra en colisión con Més Compromís, antiguo Bloc, a cuenta de ese liderazgo, así como en el reparto de poder. Se intuye que habrá tensiones internas. En el caso de Compromís no se cumple esta vez la máxima de Andreotti de que «no desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo».