Hicieron falta 110 años para que, en 2014, un grupo internacional de científicos incluyendo al premio Nobel Theodor W. Hänsch confirmaran en un acelerador de partículas que la teoría de la relatividad de Albert Einstein era correcta: los observadores en movimiento relativo experimentan el tiempo de forma distinta dependiendo de la perspectiva de cada observador.

Y han hecho falta otros ocho años más para que, durante la pasada celebración del desfile del Día de la Fiesta Nacional, los españoles confirmáramos que sí, que es cierto, siguiendo la curiosa fórmula de que, a mayor perspectiva a la derecha —ideológica— del observador, más se dilata el tiempo. De nuevo, Einstein se lo explica mucho mejor que yo: «Cuando cortejas a una bella muchacha, una hora parece un segundo. Pero si te sientas sobre carbón al rojo vivo, un segundo parecerá una hora. Eso es relatividad».

Pues escuchando algunos relatos, más que sobre carbón al rojo vivo, pareciera que el presidente Sánchez hubiera abandonado a los reyes de España sobre magna incandescente. Durante todo un minuto. Yo que hasta ahora había oído hablar del minuto de silencio, del minuto de gloria; del por favor un minutito más y ya me levanto y no conocía un minuto más largo que el de la lavadora cuando está acabando de centrifugar, he visto con estos ojos titulares de periódicos y horas de tertulias de televisión ocupadas por el —casi— minuto que don Felipe y doña Letizia han tenido que retrasar su bajada del Rolls Royce, anunciada por lanceros, alabarderos, clarines y timbales hasta que el presidente, retrasado, se ha sumado a la comitiva de recepción. Cientos de personas apostadas en los laterales del Paseo de la Castellana desde primeras horas de la mañana, portando banderines han recibido a los monarcas con vítores y otros cuantos han recibido al presidente a gritos de «Sánchez, cabrón, hijo de puta». Según leo en algunos medios, para afearle el haberse saltado el protocolo porque, por supuesto, proferir semejantes improperios incluso en presencia de la infanta Sofía viene en todo manual de buena etiqueta.

Poco ha importado que Sánchez se justificara asegurando que él ha cumplido a rajatabla con los tiempos marcados por la organización del evento, los titulares que resumen la jornada hablan del bonito atuendo a lunares escogido por la reina y la infanta o de: «Sánchez, abucheado tras hacer esperar a los reyes»; «El retraso de Sánchez marca el desfile del 12 de octubre» y mi favorito, en un conocido diario digital ni de izquierdas ni de derechas: «Así ha sido el largo minuto que Pedro Sánchez ha obligado al rey Felipe VI a esperarle encerrado en el Rolls Royce». ¡Encerrado! Permítanme una pequeña pausa para repasar vocabulario:

«Encerrar; 1. Meter a una persona o a un animal en lugar del que no pueda salir.