Algo personal

Concha Alós

Concha Alós

Concha Alós / Levante-EMV

Alfons Cervera

Alfons Cervera

Leo la noticia en este diario y no me la acabo de creer. Hace casi dos años me preguntaba en esta misma página que quién se acordaba de Concha Alós. Y también que cuánta gente sabía quién era Concha Alós. Ahora leo que el ayuntamiento de Castelló quiere dignificar su vida y su obra literaria. Nunca es tarde si la dicha llega. Si me preguntaran qué novela del siglo XX podría estar en una lista de diez, no tengo ninguna duda: Los enanos, la novela con la que ganó el Premio Planeta en 1962 pero se lo quitaron porque, según los motivos de esa desposesión, ya la tenía contratada con Plaza y Janés. En 1964 volvería a ganar ese mismo galardón con Las hogueras. Había nacido en València en 1922, o en 1926, o en 1927… Hasta ahí llega la nebulosa biografía de una mujer envuelta en las más inmerecidas sombras de la historia. Muy joven se fue con su familia a vivir a Castelló. Casi todas sus libros los ambienta en esa ciudad. Ahora, por fin, tendrá lugar el honorable regreso que se merecen ella y su escritura.

Cuando la guerra, su familia se fue a Lorca. De ese viaje saldría una novela extraordinaria: El caballo rojo. Miro sus libros y la mayoría están descuartizados de tanta relectura. Cuando volví por enésima vez a Los enanos para incluir esa novela en mi libro Algo personal, tuve que comprar un ejemplar de segunda mano porque el mío era imposible de leer: se me descuajeringaba a cada paso. Poco a poco veía que el nombre de Concha Alós iba saliendo en otros sitios. Varias editoriales ya han reeditado algunas de sus obras. Y están teniendo, como no podía ser de otra manera, una admirable y entusiasta respuesta lectora. La cuenta pendiente seguía siendo Castelló, que es el sitio donde viven casi todos sus personajes. Y la pregunta que me hacía era siempre la misma: ¿para cuándo, en su ciudad, el reconocimiento a una escritora imprescindible?

Estudió Magisterio, se casó con un mandamás del periodismo franquista que iba a dirigir el diario Baleares en les Illes, se separó y vivió muchos años con el escritor Baltasar Porcel, varias de cuyas novelas traduciría del catalán al castellano. Hay quien dice que las mejoraba. También hay quien asegura que no era muy difícil mejorarlas. Cuando dejó las islas se fue a Barcelona. Aquí viviría hasta su muerte en el año 2011. En su despedida apenas la acompañó un pequeño puñado de gente amiga, sobre todo no faltaron María del Mar Bonet y el fotógrafo Toni Catany. Lo que vendría luego ya sabemos qué fue: el olvido más injusto, la obscenidad de un silencio que ha permanecido, sobre su vida y sobre su obra, hasta ahora mismo. Ignoro si habrá más -ojalá que sí-, pero sólo encontré textos -alguno lo descubrí recientemente- de Lucía Montejo, Amparo Ayora y Noelia Adánez, donde destacaban lo que Concha Alós tuvo de escritora singular, casi única en el panorama narrativo de los años sesenta.

Sufrió la censura en numerosas ocasiones. Según los censores, utilizaba Concha Alós un lenguaje impropio de las mujeres. Y es que sus historias iban en su momento a contracorriente y a contratodo. Escribía de la miseria, de lo difícil que resultaba vivir según para qué gente, de la doble moral instituida en las familias ricas, del adulterio, del aborto, del destrozo en que la dictadura estaba convirtiendo la vida de un país sumido en la negrura.

Forma parte Concha Alós de una generación de escritoras que fueron vergonzosamente marginadas por el canon literario. Lograron en su momento un éxito importante. Ganaron premios prestigiosos. Vendieron muchos miles de ejemplares. Y de repente pasaron a engordar las listas de la invisibilidad. Hoy es muy difícil encontrar sus libros, casi imposible. Es como si no sólo sus libros hubieran desaparecido: también ha sido borrada del mapa su propia existencia. La escritura de esas mujeres no sólo estaba a la altura de la de sus compañeros de generación, sino que en muchos casos la superaban con creces. Un ejemplo muy claro es lo que ha pasado con Concha Alós. Lo que escribió se salía de lo establecido. La radicalidad de lo que escribía y más aún la manera que tenía de escribir lo que escribía. Esa mirada que iba más allá de un horizonte limitado entonces por la hipocresía en la literatura y en la vida. Nunca se dio por vencida y llenaba sus novelas con personajes que eran todo lo contrario de lo que la falsa prosperidad del franquismo anunciaba. La pensión Eloísa, el espacio donde se desarrolla Los enanos, es como esa España lúgubre que no aparecía en los reclamos de un régimen basado en el endiosamiento y las mentiras.

Ahora leo que Castelló, su ciudad, va a dignificar su vida y su obra literaria. Ha pasado mucho tiempo de silencio y de olvido. Pero ya lo dije: nunca es tarde si al final se le hace justicia a una escritora que es de lo mejor que ha dado nuestra literatura contemporánea. Y otra cosa: la mejor manera de dignificar a Concha Alós es leyéndola: Los enanos, Las hogueras, El caballo rojo, La madama, Los cien pájaros, Rey de gatos… Tienen ustedes para elegir. Ninguno de esos libros les va a decepcionar. Ninguno.

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