TRIBUNA

Bad Bunny y las imágenes

Julia Ruiz

Julia Ruiz

La vicepresidenta del Consell, Aitana Mas, pisó la semana pasada su primer charco en materia de igualdad con un tuit en el que celebraba que el reguetonero Bad Bunny hubiera incluido la palabra Alicante en una de sus últimas canciones. El comentario desató numerosas críticas por el alto contenido machista de la canción. Días después, preguntada al respecto en rueda de prensa, la máxima responsable de las Políticas de Igualdad del Gobierno del Botànic trató de esquivar el asunto y afirmó que no había escuchado la letra de la citada canción. No hubo más comentarios. Mejor esperar a que escampe la tormenta, debió pensar. El patinazo seguro servirá a la vicepresidenta para tener más cuidado a la hora de tuitear según qué cosas, pero no parece que vaya a servir para reflexionar desde ese departamento sobre cómo es posible que semejantes letras estén tan normalizadas y triunfen entre la juventud como si tal cosa. «Te escupo la boca, te jalo el pelo/ Te doy con el bicho y con el de’on/ En el jet privado, un polvo en el cielo/ Hoy quiero una puta, una modelo, ey/ Ah, mami chapéame, no me molesta, je./ Que después yo te voy a romper con el néctar», canta Bad Bunny y celebra que su música se escuche en «Alicante y Barcelona».

El debate en torno a las letras machistas de las canciones (especialmente, las de ciertos reyes del reggaeton, entre ellos el propio Bunny) no es nuevo. No creo que haya muchas dudas sobre el hecho de que reducir a las mujeres a cuerpos intercambiables y disponibles al servicio del deseo sexual masculino no contribuye a una sociedad más igualitaria. Más bien todo lo contrario. Aporta ingredientes a esa gran olla en la que a fuego lento se cuece la cultura de las agresiones sexuales. Con todo, la solución no es fácil ya que el camino de la prohibición, además de ser terreno peligroso, podría tener el efecto contrario y amplificar aún más ese tipo de contenidos. Sin embargo, sí debería llevar a quienes nos gobiernan a la autocrítica activa ya que desde luego algo falla cuando este tipo de canciones ni despiertan indignación ni tan siquiera chirrían en la mayor parte de la juventud. Es desconcertante. Probablemente, si a muchas jóvenes se les preguntara, por ejemplo en una encuesta, si creen que las mujeres deben ser tratadas y mostradas como meros objetos sexuales, la respuesta sería claramente un no. Alguien podrá alegar que ir con gafas violetas puestas todo el rato es agotador y sólo conduce a la melancolía. Al fin y al cabo, dirían esas voces, las canciones son reflejo de la sociedad y vivimos inmersos en una históricamente androcéntrica y machista. Ahora bien, mi impresión es que hay determinados espacios, como son los del ocio, en el que no sólo no hemos avanzado sino que el machismo y el sexismo más burdo campan a sus anchas. Con impunidad y sin que poco o nada se haga. Encuentro más batalla pública en otros terrenos, por ejemplo, el de la publicidad. Ya no es tan raro que empresas u organizaciones se hayan visto obligadas a retirar campañas sexistas a raíz de recomendaciones de órganos como el Observatorio de Publicidad no sexista. Sin embargo, el ocio parece ser un mundo aparte. Y esto es un problema porque es en este espacio en el que socializa la juventud, en el que aprende a establecer sus relaciones afectivas y sexuales. Lo del reggaeton es sintomático, pero no es algo aislado. Avanzado el siglo XXI está normalizado que en algunas discotecas las chicas no paguen su entrada por convertirse en ‘imágenes’ del citado local. La mecánica es simple y tan burdamente sexista como las canciones de Bad Bunny. Una se hace una foto con un vestido y unos tacones y si gusta, la discoteca te otorga la etiqueta de imagen. A partir de ahí, las chicas deben subir a sus redes sociales fotografías animando a acudir al local. Vamos, se convierten en reclamo para que ellos vayan y paguen su entrada. El corolario resulta obvio: ellas no pagan porque ellas son la mercancía. Y esto pasa, aquí mismo, en las discotecas valencianas, por cierto, también en las de Alicante.