REFLEXIONES

Nuestra Navidad

Manuel Gómez Tejedor

Manuel Gómez Tejedor

Si hay un tiempo en el que los sentimientos están a flor de piel es durante las fiestas navideñas. Tal vez sean los villancicos que nos hacen retroceder en el tiempo, tal vez las luces que engalanan nuestras calles y plazas, puede que el repaso a otro año que se va… Lo cierto es que para muchos son días de nostalgia, recuerdos, memoria de tiempos pasados y añoranza de quienes ya no volverán a sentarse a la cena.

Las vivencias nos asaltan. El belén y el árbol navideño, la inocencia perdida de la infancia, la ilusión de los regalos. Para muchos son días difíciles. Revivir y contemplar ausencias es siempre doloroso. La perspectiva obliga a comparar y a hacer balance. Y a veces ese balance nos hace reflexionar sobre lo hecho y lo dejado de hacer.

Y a la sensación de pérdida se le suma ese pellizco que da la certeza de que no todos van a poder disfrutar de estos días. Porque también en Navidad se despierta nuestra conciencia solidaria de un modo más acusado. El contraste de la necesidad y la opulencia salta a la vista en medio de tanto gasto en impulsivas compras superfluas, tanto escaparate iluminado y tanto anuncio de productos lujosos.

A las puertas de los restaurantes donde se celebran comidas y cenas copiosasalguien pide una limosna, con cajas de cartón que serán su lecho para pasar la noche. No es la primera noche que dormirá en ese lugar, pero hoy se hará más patente esa realidad tras la celebración de la que acabamos de asistir. El depositar unas monedas calmará nuestras consciencias y nos hará sentirnos algo mejor.

Los villancicos son los mismos que tú cantabas hace décadas. También los buenos propósitos. El ambiente no ha variado a pesar de las nuevas tecnologías, esas mismas que ahora son causa de mayor desigualdad. Y la pobreza sigue sin solución. Hoy los rostros de la pobreza son idénticos a los de ayer. Hoy las familias pasan frio y necesidad en sus hogares, y para aquellos que carecen de él, morir en la calle sigue siendo una triste realidad nada fácil de maquillar.

Sí, el ambiente que envuelve a la Navidad nos hace distintos, más sensibles, porque nos recuerda que un día estuvimos arropados por nuestros mayores, cuando nuestra mirada aún no poseía la madurez para contemplar verdades no siempre alegres. Ahora nos han pasado el testigo y nos toca arropar a los nuestros e intentar contagiarles la felicidad que nos transmitieron. Ojalá estemos a la altura.