la mirada

230224 Nuestra guerra en Ucrania, un año después

José María Tomás

José María Tomás

Todavía sobrecogido por el recién visionado que el ‘Especial El Objetivo: Ucrania un año en guerra’ de la Sexta nos regaló en el primer aniversario de una guerra incomprensible, hemos escuchado testimonios de periodistas, políticos y sobre todo víctimas, acerca del dictador Putin, a quien muchos consideran enfermo, obviando cualquier otro apelativo insultante, que quizá no alcance a definir su incorporación al grado más perverso de la condición humana.

Si a los seres humanos los pudiéramos clasificar en las cuatro categorías de incautos, inteligentes, malvados y estúpidos, se podría asignar al presidente ruso la condición de malvado, al considerarlo «persona que causa un daño a otra o a un grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio». Existiendo entre ellas una distribución proporcional, cualquiera que fuere su origen, raza, sexo o preparación intelectual, e incluso disponiendo todos de un cierto grado de cada categoría, la clase de los malvados se impone, considerando además que «en un país en decadencia, el porcentaje de individuos malvados se incrementa y la sociedad entera se empobrece». La persona malvada es el tipo de persona más peligrosa que existe. Y por eso, no nos cansamos de ver al señor Putin con la sonrisa de matón en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, echando a perder los planes del resto, destruyendo nuestra paz, complicando a los ciudadanos la vida y el trabajo, haciendo a todos perder dinero, tiempo, buen humor, apetito y productividad, y todo sin remordimiento y sin razón. Malvadamente.

Indignados por el paso del tiempo y el incremento de la estúpida maldad de quién aspira a recuperar un imperio que nunca tuvo y que nunca va a conseguir, solo nos podemos enfrentar a él desde nuestra capacidad de inteligencia, creatividad y compasión. A partir de tales premisas, Fundación por la Justicia ha decidido arrimar su hombro al de Ucrania y, muy en particular, al de los ciudadanos ucranianos, que en sus distintas condiciones están siendo especialmente masacrados.

En nuestro diseño estratégico de intervención a distancia, decidimos dar respuesta al derecho de acceso a la Educación, en colaboración con Juntos por la Vida y con el apoyo de tantas personas que creyeron que, a través del suministro de tablets para menores escolarizados, podíamos conseguir la minoración de la pérdida de su derecho a seguir formándose.

Sumergiéndose los termómetros en cifras negativas, comprendimos que surgía un nuevo derecho en grave riesgo de evaporarse definitivamente y decidimos atender a su derecho de acceso a la Supervivencia. Para ello, reclamamos de nuevo la atención de la solidaridad ciudadana hasta conseguir, de momento, recursos para la compra y entrega de 56 generadores eléctricos, que ya están suministrando sobre todo luz y calor, y que vimos en ‘El Objetivo’ repartir a grupos de familias, centros de salud o espacios de acogida de migrantes y desplazados. De nuevo colaboramos con la Fundación Juntos por la Vida y con el respaldo de otra multitud de personas y el apoyo relevante de la Fundación Vinatea.

Pero también creímos que había necesidad de atender a la memoria, que nos sirviera de plataforma para la reparación, que, más pronto que tarde, tendrían que obtener los más de 8 millones de ciudadanos ucranianos que tuvieron que salir huyendo de su país con lo puesto y sin esperanza de recobrar ni su integridad, ni sus bienes, ni su entorno, ni su casa. Con el impagable respaldo de la Direcció General de Reformes Democràtiques i Accés a la Justícia de la Consellería de Justícia, Interior i Administració Pública de la Generalitat Valenciana, así como la implicación de las Universidades públicas de Alacant, Jaume I de Castelló y Miguel Hernández de Elche, y del Consulado de Ucrania en la Comunitat Valenciana, nos hemos empeñado en acoger y recoger los testimonios de tantos desplazados que a nuestra Comunitat llegaron. Se trata de anticipar la reparación, a través de la escucha y la exigencia de restitución hasta donde sea posible de su vida y condiciones personales, familiares, sociales e institucionales. Necesitan sostener la esperanza a través del ejercicio de la acción penal, -ya iniciada por el Fiscal de la Corte Penal Internacional-, y de aquellas disposiciones presupuestarias que otras Instituciones de Unión Europea o de Naciones Unidas pudieran dar respuesta, anticipándonos a lo que acabará siendo el triunfo de la verdad, satisfaciendo su derecho de acceso a la Justicia.

Así y hasta ahora en Fundación por la Justicia hemos decidido participar en la guerra, que sentimos tan nuestra con Ucrania, como aportación a un reencuentro con la Paz, que divisamos posible, aunque lejana.