TRIBUNA

La València que cuida

Sandra Gómez

Sandra Gómez

La València que cuida es la València que dará respuesta a los problemas estructurales que afectan, especialmente, a las mujeres. No hay que dar rodeos ni buscar subterfugios, sino abordar esta cuestión de frente. La realidad es que, a pesar de encontrarnos en la segunda década del siglo XXI, la responsabilidad de los cuidados se sigue naturalizando como una ocupación femenina y recayendo sobre nosotras. Y esto conlleva precarización laboral, pero también un agotamiento síquico y emocional del que muy pocas veces hablamos. Los cuidados no pueden seguir recayendo sobre las espaldas de las mujeres. Hay que acabar con esa expropiación de nuestro tiempo que se traduce en desigualdad, vulnerabilidad y precarización.

Esa precarización que se cuantifica a través de la brecha salarial que para las mujeres valencianas se traduce en cobrar 5.000 euros al año menos que sus compañeros, lo que supone un 20,1 % menos de retribuciones, que equivale a 73 horas laborales anuales u hora y media de la jornada diaria. A esto se añaden profesiones ‘feminizadas’ que están infravaloradas. ¿Cómo puede ser que las personas que cuidan nuestros hogares, de nuestros hijos e hijas, cobren menos que cualquier otra profesión si no es porque nunca se han valorado estas tareas? De hecho, ha tenido que ser un gobierno socialista el que reconozca el derecho de las empleadas del hogar a estar aseguradas y ha sido con muchos años de retraso. Pero hoy la precarización laboral sigue siendo mayoritariamente femenina y la responsabilidad de los cuidados se sigue atribuyendo a las mujeres, ante la falta de corresponsabilidad. Y muchas veces estas dos cosas están íntimamente relacionadas.

Son cuestiones que debemos abordar de manera imperiosa. Que necesitan un salto hacia delante en nuestros estados del bienestar que han tenido siempre aquello que afecta especialmente a las mujeres como tarea pendiente. Porque además las mujeres también necesitan ser cuidadas, dejar de asumir sobre sus espaldas todas las responsabilidades. Que francamente, es agotador.

Y no se trata de solo de conciliar, sino de que alcancemos un auténtico Pacto por la Corresponsabilidad para lograr que los valores y las responsabilidades del cuidado, tradicionalmente asignados a las mujeres, se hagan extensivos por igual a los hombres, al conjunto de la familia, a las empresas y también a lo público. Por tanto, implica a la sociedad en su conjunto, partiendo de la educación, tal y como recomienda la Comisión Europea en su comunicación sobre la Estrategia Europea de Cuidados, siguiendo por el acceso a cuidados públicos, asequibles y de calidad que hoy no tienen suficientes recursos, pese al avance especialmente en educación de dos a tres años, y llegando a la organización del trabajo, que ha de permitir la compatibilización con el resto de la vida. Un debate que está presente en la jornada de cuatro días laborables, pero que no puede saltarse un paso previo que es el de superar las jornadas partidas arraigadas en muchos sectores y que son las que más dificultan el día a día de las personas y, en gran medida, de las mujeres trabajadoras. Y no bastan con las medidas de flexibilidad que se concibieron en los 90 para propiciar la igualdad efectiva que solían dirigirse solo a las mujeres, ajustando sus horarios y que marcaban también trayectorias profesionales.

Nuestra obligación es ir más allá. Contemplar el tiempo disponible como un derecho a promover por lo público y hacer de la corresponsabilidad debe ser el nuevo pacto social. Desde esta óptica, debe ser una herramienta al servicio de la construcción de un modelo de organización colectiva, social y económica, corresponsable con el cuidado de las vidas, de manera que sea la vida y no la obtención de beneficios económicos quien guíe el desarrollo económico y social.

Si el debate sobre la conciliación evidenció la realidad en relación con cómo se vive el sustento y el cuidado en la vida cotidiana de mujeres y hombres, en la actualidad es el cuidado el que marca y orienta la agenda y las políticas de igualdad, e impulsa que se asuma de manera equitativa. La pandemia puso de manifiesto cómo todavía el reparto de los cuidados está lejos de ser equitativo e igualitario. Hemos de pasar de pelear por la conciliación a pelear por la corresponsabilidad. Que no es un asunto de mujeres, sino de todos y todas. Que no es un asunto privado, sino publico. Que no es una carga, sino un derecho.

València que es hoy vanguardia de tantas cosas debe ser la mejor ciudad para vivir no solo para los rankings internacionales, sino también para las miles y miles de mujeres, vecinas de nuestras calles, que merecen poder tener tiempo no solo para llegar a todo, sino simplemente para lo que les dé la gana.