REFLEXIONES

Los extranjeros y su voto

Manuel Gómez Tejedor

Manuel Gómez Tejedor

Uno no puede dejar de meditar sobre la respuesta de los políticos valencianos a la tragedia del reciente terremoto en Turquía y Siria y que ha supuesto la pérdida de miles de vidas, además de añadir más pobreza y desesperación en zonas ya castigadas. Tal vez, si alguno de esos países hubiese sido miembro de la UE, y por lo tanto, sus ciudadanos tuviesen derecho a voto en las próximas elecciones municipales, la respuesta hubiese sido distinta. Quizás, hasta Joan Ribó habría colocado la pancarta en el balcón llamando a la solidaridad y la acogida como en otras ocasiones. Pero no es el caso.

Uno de cada tres nuevos votantes en España ha nacido fuera del país. Alicante es la tercera provincia en número den residentes europeos censados, y Valencia cuenta con cincuenta mil personas que podrían desequilibrar la balanza en las elecciones. Son cifras nada desdeñables dado lo ajustado de las encuestas.

Ahora bien, una cosa es el potencial número de electores y otra los que acaban introduciendo la papeleta dentro de la urna. Los plazos para pedir el derecho al voto acabó el pasado mes de enero, tanto para los ciudadanos residentes de la UE como para aquellos cuyos países de origen tienen tratado de reciprocidad en materia electoral. Ahora ya es tarde para movilizar a este colectivo. Los políticos tampoco parecen valorar el potencial de las personas nacionalizadas y de sus descendientes, las llamadas «segundas generaciones». No aparecerán en el censo de foráneos, evidentemente, puesto que son españoles. Una simple mirada a las últimas décadas de las corrientes migratorias llegadas a nuestra tierra sirve para entender el calado de estas nuevas generaciones.

 La realidad es que la movilización de ese tejido social en torno a la inmigración, que hace unos años se cuidó con mimo, se ha abandonado, y los esfuerzos por crear oficinas de información o mensajes en redes apenas ha tenido repercusión.

Cierto es que la crisis económica y la posterior pandemia han diezmado las asociaciones, y por lo tanto, su capacidad de influencia y movilización. Además, quien conoce las peculiaridades de este ámbito sabe lo complicado que resulta aunar voluntades.

Lejos quedan las políticas desarrolladas por populares y socialistas dirigidas a obtener su respaldo. Se ha aparcado la estrategia de acercamiento y seducción por la pancarta hueca y la soflama vacía. Ciudadanos rumanos, italianos, franceses, colombianos, ecuatorianos, peruanos o bolivianos, por citar sólo a los más numerosos, podrían haber marcado la diferencia el 28-M. Una reunión y un tuit no van a ser suficiente.