Tribuna

Libertad de prensa versus tribunales de justicia

La libertad, invocada en el frontispicio de nuestra Constitución, forma junto con la justicia, la igualdad y el pluralismo político, los valores superiores del ordenamiento jurídico, sobre los que se asientan los cimientos del Estado de Derecho. Si todas las libertades son importantes en la democracia, particular relieve tiene la libertad de prensa; y así nuestro Tribunal Constitucional ha declarado la primacía de la libre comunicación sobre cualquier otro derecho fundamental. Para cualquier defensor del Estado de Derecho es incuestionable que para la sociedad democrática es una libertad básica la consagrada en el artículo 20 de nuestra C.E. de expresar las ideas y difundir las informaciones, porque la formación de la opinión pública libre facilita el enriquecimiento del debate público, esencial para la democracia, que no es posible si no se sostiene sobre bases suficientemente informadas. Esta función social de la libertad de información hace que el derecho a la misma sea no solo del informador, sino también de los ciudadanos que apoyan en ella el contraste de pareceres, el pluralismo y la libertad de opinar, y la búsqueda de consensos.

Pero sobre la afirmación de que la primacía de la libertad es un principio incuestionable sobre el papel, no es menos cierto que en su aplicación práctica se presentan claro-oscuros al colisionar con los derechos de las personas o instituciones objeto de la información. Porque la importancia de ese derecho a informar, de la libertad de prensa, no es un derecho absoluto que conceda una patente de corso a todo tipo de excesos, conlleva el deber de intentar ajustarse a la verdad, y de no utilizar términos agresivos o vejatorios sobre quien se informa, innecesarios para la formación de la opinión, y atentatorios para la dignidad de las personas.

Y en ese filo delgado entre libertad y respeto, hay que clarificar ese debate, tan de actualidad, entre libertad de prensa e independencia judicial. No cabe, como pretenden estamentos de la Judicatura, oponerse a la labor de crítica de las actuaciones judiciales, lo que se opone al sistema de libertades sancionado en la Constitución. El poder judicial que tiene una legitimación jurídica directa a través de la Constitución, y política en cuanto tiene que aplicar las normas producto de la soberanía popular, refuerza esa legitimidad de origen con una legitimidad de ejercicio que opera a través del control social de la actividad judicial. El Tribunal Constitucional reconoció que «la publicidad del proceso mantiene la confianza de la comunidad en los tribunales» (STC 96/87). Y ello porque la publicidad afecta a todos los poderes, garantizando la transparencia de las actuaciones públicas y el derecho a informarse y opinar a todos los ciudadanos. La excepción solo ha de admitirse cuando afecte a la independencia judicial, garantizada constitucionalmente en el art.º 117.1 de nuestra Carta Magna, y en el art. 10.2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, lo que deja claro el carácter excepcional de la limitación y la prevalencia de la libertad de expresión. Respeto a la independencia judicial y a quienes desempeñan la alta función de juzgar siempre. Respeto a la forma en que lo llevan a cabo, hay que ganarlo día a día, y por eso está sometido al control social a través de la sana crítica.

Fundación por la Justicia apuesta por todo lo que significa Libertad, y de modo expreso por la Libertad de Prensa como garante del Estado de Derecho, con Proyectos sobre ella como el que lleva en El Salvador, y hoy en el Día Internacional de la misma, rindiendo homenaje a los representantes de la palabra, hablada o escrita, haciendo suyos aquellos versos de Blas de Otero.

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

Lo que tiré, como un anillo, al agua,

Si he perdido la voz en la maleza.

Me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

Lo que era mío y resultó ser nada,

Si he segado las sobras en silencio,

Me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro

Puro y terrible de mi patria,

Si abrí los labios hasta desgarrármelos,

Me queda la palabra