Reflexiones

¿A quién votar?

Javier Paniagua

Javier Paniagua

Desde 1977 vengo votando al PSOE y al PSPV en las elecciones generales, autonómicas y municipales. Suele ser normal ya que desde 1978 estoy afiliado a ese partido, pago sus cuotas y, además, en cuatro legislaturas he ido en sus listas a las elecciones generales (1986-2000) hasta que Almunia, entonces secretario general socialista, decidió prescindir de 9 diputados valencianos de Alicante (entre ellos Josep Beviá que era vicepresidente del Congreso de los Diputados), Castellón y Valencia porque votamos a favor de una proposición de Ley que el PP presentó en 1998 sobre inversiones para los regadíos en Alicante. Por la mañana, en el grupo parlamentario, se decidió que los socialistas votaríamos a favor pero por la tarde Cristina Narbona, representante del partido en la Comisión de Medio Ambiente de la que yo era vicepresidente, convenció a Almunia para que votáramos en contra en el pleno. Los 9 nos reunimos con Lerma en el bar del Congreso y acordamos no acatar la obligación de votar la decisión del partido. Juan Romero y Carmen Alborch abandonaron el hemiciclo y no votaron, para no entrar en conflicto con la dirección del grupo. Era la primera vez que un grupo de diputados de una comunidad rompía la disciplina del voto. Años después serían los socialistas del PSC quienes no cumplieron la decisión del Comité Federal de abstenerse en la votación para que pudiera ser elegido presidente del gobierno Rajoy después de las elecciones de 2015.

Ya han pasado veinticinco años de aquello y varios comicios, y hemos llegado a los de este mes de mayo después de haber aparecido, desde 2013, formaciones políticas a la derecha e izquierda de las dos principales fuerzas que han gobernado España y muchas comunidades desde 1980. Los partidos nacionalistas como CiU, ERC, el PNV y últimamente el BNG, Cs, UP, Vox o Bildu, han sido clave en varias elecciones generales, autonómicas o municipales para que gobernara el PP o el PSOE: González lo hizo en 1993-1996 con CiU y PNV y lo mismo Aznar en su primera legislatura sin mayoría absoluta (1996-2000) El mundo, desde la crisis de 2008-2015, ha cambiado en muchos aspectos políticos, especialmente en lo que atañe a lo que llamamos Occidente, que entendemos que abarca Europa, América, Australia, Nueva Zelanda y parte de África, dividido en ámbitos políticos y sociales a veces irreconciliables. ¿Forma parte Rusia del mundo Occidental, o Cuba y Venezuela? ¿Dónde situamos, por ejemplo, a la India, Japón, Tailandia, Birmania, Singapur (a pesar de Lim) o China, -esta última una vía socialista al capitalismo- cuando han adoptado e integrado parte de la cultura occidental (vestido, tecnología, estructuras financieras, literatura, pintura e incluso, como en la India, partidos políticos que concurren en las elecciones)? Otros, el mundo musulmán principalmente, rechazan gran parte de la cultura occidental. ¿Hemos descartado ya la multiculturalidad, cuando cada vez la diversidad es mayor en los países occidentales por la emigración? Indígenas o descendientes de antiguos esclavos negros, están instalados y conviven, a veces con dificultades, en América, donde hay un replanteamiento intelectual sobre lo que fue la esclavitud desde el siglo XVI hasta el XIX.

Se sigue aludiendo a las calificaciones de derecha e izquierda porque no hay sustitutos para ambos términos en un mundo en que las diferencias reales de la mayoría de la población son cada vez más tenues, si nos atenemos a los valores mayoritarios de las actuales sociedades industriales, tecnológicas y modernizadas. Sí, todavía existen elementos que constituyen y acentúan las diferencias, y no el sentido del que hablaba Daniel Bell sobre la desaparición de las ideologías. Y algunos, los militantes o simpatizantes de cada partido suelen ir revestidos con ellas cuando llegan unas elecciones (debates sobre impuestos, mayor o menos liberalismo económico, papel del Estado, aborto, temas de moral, cuestiones de género, interpretaciones históricas, etc.) Sin embargo, si acudimos de nuevo a uno de los inventores de la Sociología, Durkheim, percibimos que los hechos sociales se imponen en las estructuras de las sociedades. Cuando se inscribe en el registro civil a los recién nacidos todavía adoptan nombres masculinos o femeninos según el sexo que se visualiza. De igual manera que se considera improcedente asistir a una boda o a un acto institucional en bañador o ir a la playa con chaqué y chistera. Pero ya no existen planteamientos ideológicos globales, como al principio del siglo XX pretendían alcanzar, comunistas o fascistas, un ser humano nuevo en una sociedad utópica distinta. Hoy esos términos subsisten como residuos lingüísticos, etiquetas semánticas polisémicas con significantes flotantes, aunque es verdad que los valores democráticos y de libertad de elección pueden venirse abajo si no los cuidamos, igual que nos parecía imprevisible una guerra en suelo europeo. Soy solo un poco nacionalista, lo normal para defender la CV, y por tanto me limito a ver las candidaturas del PSPV y del PP. Son gente que pueden entenderse. Me gusta que vayan en las listas autonómicas personas como Alicia Andújar, José Muñoz o Mercedes Caballero por el PSPV, aunque no me gusta que también le acompañen quienes no impiden la censura de libros. Como tampoco son malos parlamentarios Miguel Barrachina, Elena Bastidas o Verónica Marcos por el PPCV. Con tiempo y racionalidad a lo mejor pueden llegar a acuerdos, en fin, una Gran Coalición. Hoy es una quimera.

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